CAPÍTULO 56

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Rachell trató por todos los medios de conseguir que su pequeña pasara el rato amargo, por lo que decidió acompañarla al apartamento infantil y esperar pacientemente a que se probara toda la ropa que deseaba, mientras ella daba su opinión; sin embargo, no podía dejar de pensar en lo sucedido y su preocupación no menguaba.

Su niña estuvo a punto de ser raptada por un degenerado, y solo de pensar que hubiese sido víctima de cualquier abuso, le helaba la sangre.

Elizabeth quería hacer la denuncia inmediatamente, entregar los vídeos a la policía, tal vez ellos contaban con algún tipo de tecnología que les ayudara a capturar a ese enfermo.

Le recordaba una y otra vez, que así como estuvo a punto de llevarse a Violet, lo haría con otras niñas, que posiblemente no contarían con la misma astucia para escapar.

Rachell sabía que su hija tenía razón y que debía hacer algo al respecto, pero Elizabeth era tan intensa y obstinada como Samuel, y solo conseguía aturdirla todavía más.

—No quiero que interroguen a Violet, por favor Elizabeth, fue suficiente de emociones fuertes por hoy... —susurró, mientras negaba con la cabeza—. Van a atormentarla con preguntas, deja que primero hable con tu padre.

—Entonces hazlo mamá, llámalo de una vez. —Casi exigió en voz baja, para que Violet, quien estaba en el vestidor, no las escuchara.

—Dijo que vendría para almorzar con nosotras.

—Hace rato que pasó la hora del almuerzo. —Le recordó, echándole un vistazo al reloj cromado que estaba encima de las puertas de los probadores.

En ese momento salió Violet sonriente, por lo que Rachell y Elizabeth también fingieron sonreír.

—¡Esta falda me encanta! —Dio una vuelta, mirando hacia abajo, para ver los vuelos de la prenda en color fucsia con algunos brillantes violeta.

—Te queda muy linda —dijo Elizabeth.

—Perfecta, te ves hermosa princesa. —Rachell admiró a su niña, pero desvió su atención al teléfono, ya estaba más tranquila y podía revisarlo.

Se encontró con los mensajes de su esposo, donde le confirmaba que pasaría por la boutique para llevarlas a almorzar; entonces le pareció extraño que no se hubiese comunicado una vez más.

Se levantó del sillón forrado en piel turquesa y caminó entre los aparadores, mientras le marcaba a su marido.

Samuel caminaba por el pasillo con piso de granito del edificio que servía como sede de la Policía Científica, cuando sintió el teléfono vibrar en su bolsillo, al sacarlo se percató de que lo llamaba su mujer, por lo que no dudó en responderle, ya la parte más difícil la había enfrentado, y contaba con el valor suficiente para tener una conversación tranquila.

—Amor, lo siento. —En ese momento miró la hora en el Rolex de platino que llevaba puesto en la muñeca izquierda, percatándose de que la hora del almuerzo había pasado—. No pude llamarte, se me presentó un inconveniente.

—¿Qué clase de inconveniente Samuel? —preguntó en voz baja, sin poder evitar sentirse algo molesta.

—Todavía estoy con Souza, ¿estás sola? —preguntó, deteniéndose y se pegó contra la pared para descansar un poco la espalda.

—Estoy con las niñas, pero ellas están jugando. ¿Qué pasó? —Volvió a preguntar con aspereza. No le gustaba para nada que su esposo se involucrara en asuntos legales que no le correspondían. Se suponía que estaba de vacaciones.

—En el momento que hablaba con Souza, le informaron que apareció otra víctima del asesino serial...

—Y como siempre, te metiste sin ser invitado —intervino Rachell—. Samuel, me lo prometiste.

MARIPOSA CAPOEIRISTA (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora