CAPÍTULO 41

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Alexandre estaba totalmente concentrado en su trabajo, estudiando minuciosamente cada detalle, esperando encontrar algo verdaderamente significativo, que pudiera ser de gran ayuda, cuando sintió el teléfono vibrar en el bolsillo de sus jeans.

No debía contestar, no en horario laboral, porque podrían amonestarlo y no se arriesgaría; sin embargo, la insistencia de la vibración no le permitía concentrarse, por lo que decidió sacar el teléfono para desviar la llamada y ponerlo en silencio.

De manera inevitable miró la pantalla y el corazón se le aceleró, podría desviarle la llamada al mismísimo Dios, pero jamás lo haría con Elizabeth; sin dudarlo se arriesgó a ser amonestado, contestó al tiempo que cerraba algunas ventanas en la computadora y se puso de pie.

—Jamás imaginé que algún día desperdiciarías minutos de tu preciado tiempo en llamarme —contestó caminando con rapidez, salió de la oficina y le hizo señas a uno de sus compañeros, para que creyera que se le había presentado una urgencia.

—Me quedé esperando a que me llamaras... No sé, por un momento pensé que te importaría saber si había llegado viva al apartamento de mis primas, o que tal vez te interesaría saber cómo me había ido con mis padres.

—De ti me interesa todo, absolutamente todo Elizabeth... He querido llamarte cada segundo desde que te vi por última vez, pero no quiero ser una molestia; supuse que estarías ocupada con tu familia. —Empezó a subir las escaleras y seguía con el corazón acelerado, evidentemente cada latido alterado lo provocaba la mujer al otro lado de la línea—. Ni siquiera imaginé que pensarías en mí.

—Te he estado pensando —confesó, meciéndose levemente en el columpio que estaba colgado de la rama de un gran árbol en el jardín de la casa de su abuelo.

—Seguramente no más que yo —alegó, empujando la pesada puerta que daba a la azotea del edificio, donde habían unos tanques de agua, y muchos de los que ahí trabajan se escapaban a fumar; agradeció que en ese momento nadie estuviese alimentando el vicio—. ¿Te dio tiempo de llegar antes que tus padres?

—Sí, por muy poco. —Sonrió, siguiendo con su mirada a un colibrí, que la cautivaba con sus hermosos colores brillantes, revoloteando por las flores de maio o cactus de navidad, como era conocida en otros lugares—. Alexandre... ¿Puedo pedir tu opinión sobre algo?

Él, desde la azotea admiraba la Ciudad Maravillosa, con sus mágicos paisajes irrepetibles en el mundo.

—Claro. —Quiso decir algo más, mostrarse más interesado, pero estaba demasiado cautivado como para pensar con claridad.

—Disculpa, no te pregunté si estabas ocupado... Supongo que debes estar trabajando y no quiero robarte tiempo.

—No hay ocupación alguna que me limite a conversar contigo, lo que más deseo es que me robes cada segundo de mi existencia. —Esa forma de hablar de Cobra, que la mayoría del tiempo no se acercaba ni un poquito a su imagen, le ponía a temblar las piernas y a sonreír como una tonta—. ¿Sobre qué quieres hablarme? —Le preguntó, al ver que ella había enmudecido.

—¿Recuerdas el altercado que tuve en la academia?

—Con Priscila, sí, lo recuerdo muy bien —dijo con aspereza, cómo no hacerlo, si quien le hiciera daño a Elizabeth, inmediatamente se ganaba su odio, poco importaba que fuera hombre o mujer.

—Lo hablé con mi padre, él cree conveniente que la llame para hacer las paces.

—Tú no tienes que hacerlo. —Se apresuró a decir—. Yo no lo haría.

—Pienso lo mismo, solo que a pesar de todo, mi padre le tiene cariño a Priscila, vamos a la academia desde que éramos niñas y tal vez él no puede verla como la mujer envidiosa en la que se ha convertido; cree que se pueden solucionar las cosas entre ambas.

MARIPOSA CAPOEIRISTA (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora