Capítulo Trece

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·ラグナロクの記録

-Gods and Monsters-

·神々と怪物

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Los débiles sonidos de las olas llegaban suavemente a sus oídos, mientras la luz tenue se abría paso en la gran sala a través de las cortinas turquesas colocadas en la ventana. En el centro de la habitación había una gran cama de matrimonio con sábanas tan blancas como la nieve, donde se podía distinguir una figura bajo las sábanas.

Se escuchó un débil gemido debajo de las suaves sábanas y rápidamente siguió un crujido. La mujer que estaba en la cama se sentó mientras abría sus pesados ojos, revelando unos orbes (C/O). Mirando por toda la habitación confundida mientras el miedo se adueñaba de ella.

—¿Dónde estoy?— se pregunta a si misma con la voz ronca.

El dolor aumentó en su adolorida garganta, junto con el resto de su cuerpo. Respirando con dificultad mientras se quitaba las sábanas de encima, dejando que uno de sus pies se colocaran sobre el suelo de mármol, intentando ponerse en pie, agarrándose a la cabecera de la cama.

Sin embargo, tan pronto como se soltó de la cama se derrumbó. Un gemido de dolor salió de sus labios entreabiertos. Permaneciendo en esa posición, sintiéndose imponente.

Su sangre se heló al escuchar las puertas de la habitación abrirse. Levantando la vista rápidamente, encontrándose con la mirada fría de un hombre muy alto con el ceño fruncido, abriendo la boca para hablar.

—¿Quién eres?— pregunta débilmente, tosiendo al final de su pregunta.

El hombre no dijo nada y continuó mirándola, sin emoción presente en sus ojos azules. La mujer se sintió molesta por su largo silencio, cruzándose de brazos.

—He hecho una pregunta— escupió las palabras—. Es bastante grosero no responder.

Los ojos del hombre cambiaron a uno de molestia, pero permaneció en silencio. La mujer suspiró, tratando de ponerse en pie una vez más, mirando culpablemente al hombre.

—Bueno... eh— la mujer volvió a hablar, vacilante—. Gracias por salvarme.

El hombre permaneció en silencio, su rostro no vaciló ni una sola vez. Antes de darse la vuelta, saliendo de la habitación, dejando atrás a la desconcertada mujer.

—¿Dónde estás...?— la puerta se cerró de golpe—. Yendo...

La mujer se sintió confundida por el extraño comportamiento del hombre. Dejando salir un suspiro mientras sus ojos recorrían la habitación, tomando nota de todo lo que estaba a la vista.

Hasta que las puertas se abrieron repentinamente, haciéndole saltar sorprendida. Sus ojos se posaron en una mujer con uniforme que se acercó hasta donde estaba ella con una sonrisa brillante dibujada en su rostro que no tardó en inclinarse.

—Hola preciosa— habló dulcemente la mujer del uniforme—. Estaré a tu servicio a partir de ahora.

La otra mujer en la habitación arqueó una ceja, la confusión siendo evidente en su rostro.

—Perdóname, pero ¿qué es lo que está pasando?

La mujer del uniforme la miró con curiosidad, pero su sonrisa nunca titubeó.

—Seré tu sirvienta a partir de ahora por orden de Lord Poseidón.

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El bebe Pegaso se acurrucó en tus manos, apegándose a ti para recibir mejor el calor que producían tus manos. Mirando al joven equino con admiración, acercándolo a tu cara.

—¿Qué es lo que voy a hacer contigo?— soltaste una risita, pasando tus dedos por el suave cabello blanco del Pegaso.

El animal te miró confundido, sus grandes ojos redondos llenos de curiosidad. Tarareabas, perdida en tus pensamientos con una sonrisa abriéndose paso en tu rostro.

—Creo que te mantendré a mi lado porque eres muy adorables— arrullaste, meciendo al Pegaso—. No me importa lo que la malvada Brunhilde tenga que decir con esto.

—¿Qué pasa conmigo?

—¡Gah!— gritó la cabeza tan rápido que se sorprendió de no haber sufrido una latigazo cervical. Riendo nerviosamente bajo la mirada penetrante de la valquiria—. Hola Brunhilde— sonreíste nerviosa—. ¿Cómo estás?

Brunhilde se cruzó de brazos.

—¿Qué pasa conmigo?— preguntó nuevamente. Tragaste saliva.

—Nada demasiado importante— respondiste rápidamente con tu voz llena de miedo—. ¿Qué haces aquí?

Brunhilde respiró hondo, su comportamiento cambió casi de inmediato. Estaba a punto de hablar cuando sus ojos verdes se posaron en el pequeño animal entre tus brazos, congelándose en su lugar con un ojo temblando violentamente.

—¡Espera!— la interrumpiste, acercando el Pegaso a ti—. Por favor, déjame mantener a... uhm...— rápidamente revisaste al animal. Una hembra—. A la...

Brunhilde miró ligeramente divertida la situación antes de suspirar. Sus ojos se posaron en tu rostro suplicante mientras un ligero rubor se abría paso en sus mejillas.

—E-está bien...

—¡Yay!— gritaste, abrazando a la Pegaso.

Brunhilde observó tus acciones mientras un extraño sentimiento la llenaba por dentro, tratando de mantener la compostura, abres la boca para volver a hablar.

—Ahora, si me disculpas— habló rápidamente Brunhilde, con su rostro completamente rojo. Saliendo corriendo de la habitación, mientras observabas su figura partir con ligera confusión.

—¿Fue por algo que dije?

Gods And Monsters - Record of RagnarokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora