Capítulo Diecisiete

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·ラグナロクの記録

-Gods and Monsters-

·神々と怪物

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—¡O-oye! ¡Suéltame!— gritaste. 

Revolviéndote para soltarte del agarre de hierro del extraño. El tirano permaneció en silencio, sus ojos sin vida estudiando tu rostro. Tus mechones de cabello (C/P) revolotearon en tu cara mientras continuabas tratando de liberarte.

—Mira, lo siento por tropezar contigo. Fue un accidente. ¡No tienes que ser un imbécil al respecto!— siseaste enojado. Él no dio ninguna respuesta que solo diluyó tu ira.

El rostro del hombro permaneció frío y distante, pero su agarre sobre ti solo se intensificó. Gritaste de dolor. Sabiendo que si apretaba un poco más el agarre en tu muñeca podías comenzar a decirle adiós. El dolor y la incomodidad se transformaron en tu rostro, usando tu mano libre para tratar de liberarte una vez más de su doloroso agarre.

—Suéltame tú...— tu voz chillona fue amortiguada por el hombro que presionó una mano sobre tu boca.

Te empujó bruscamente contra la pared. Tus ojos temerosos miraron directamente a los suyos, mientras un escalofrío recorría tu espalda, solo la punta de tus zapatos llegaban a tocar el suelo. Su rostro se cernía sobre el tuyo, sus ojos nunca se apartaban de los tuyos.

—Me recuerdas tanto a ella— habló energéticamente con disgusto—. Pero eres demasiado débil— una mirada de confusión golpeando tu rostro—. En realidad pensé que eras ellas. Pero no. Solo eres un mortal patético. Una plaga— tras esas palabras te soltó.

Jadeaste y te desplomaste en el frío suelo. Una tos desesperada brotó de tu boca mientras el tirano te miraba fijamente, sin importar el evidente dolor que mostrabas. Con una mano en el pecho lo miraste a los ojos.

—Tú...

—¡Ahhhh!— un grito aterrador resonó por el pasillo.

Tus ojos se dirigieron rápidamente en dirección al estridente sonido. Göll permaneció temerosa en su lugar, luciendo asustada por la presencia del dios.

El tirano se burló en silencio antes de alejarse, sus posados pasos resonaron por todo el pasillo de mármol. Llevaste una mano alrededor de tu garganta ronca, mientras la joven valquiria corría para ponerse a tu lado.

—Oh, dios mío, ¿te encuentras bien?— preguntó frenéticamente, con lágrimas desbordando alrededor de sus agrandados ojos esmeralda.

—S-sí— murmuraste. Te pusiste en pie temblorosamente, mirando en la dirección en la que se había ido el extraño hombre—. ¿Quién eras ese?— te giraste, preguntando a la asustada valquiria. Te aferraste a tu muñeca adolorida.

Göll se quedó boquiabierta ante tu repentina pregunta.

—¿Quieres decir que no lo sabes?— preguntó, su mirada desconcertada solo se agudizó por tu pequeño asentimiento. Ella dejó escapar un pequeño suspiro—. Bueno, él es el Dios del Mar... el señor Poseidón. Es un milagro que todavía estés vida, después de todo, por la forma en que se veía la situación, cualquiera hubiera pensado que te iba a matar— Göll tragó saliva. Tus ojos se abrieron sorprendida.

Miraste tus manos temblorosas. Era el Dios del Mar; de furiosos terremotos y el creador de los caballos que había enojado. Te estremeciste por esas información. ¿Qué quiso decir el dios con "Me recuerdas tanto a ella"?

—Uh— la voz mansa de Göll te sacó de tus pensamientos—. Si quieres puedo llevarte al centro médico. Por cierto, soy Göll— sonreíste débilmente. "Lo sé".

—Gracias por la oferta, Göll— sonreíste débilmente en respuesta—. Mi nombre es (Y/N)— los ojos de Göll tenían un pequeño brillo en ellos. Ella sonrió, un pequeño silencio se apoderó de ti y de la pequeña valquiria.

—Bueno, supongo que me despediré— hablaste, cortando el silencio. Göll asintió torpemente antes de alejarse unos pasos—. ¿Supongo que te veré por ahí?— preguntaste a lo que la valquiria asintió rápidamente.

—¡S-sí!

Sonreíste ante sus torpes palabras y empezaste a caminar para presidir tus cálidos aposentos. Los ojos de la joven valquiria se detuvieron en tu figura hasta que desapareciste de su vista.

Tus tacones resonaron contra el suelo con una mirada de molestia y confusión en tu rostro. No tenías ni idea de lo que el Tirano del Mar quiso decir con eso y, francamente, la idea te estaba carcomiendo.

Dejaste escapar un suspiro de frustración, deteniéndote en seco. Su respiración de repente se volvió más frecuente y pesada, una sensación de nauseas burbujeando en la boca de tu estómago.

Un dolor agudo atravesó tu cabeza, haciéndote soltar un gemido de dolor. Haciéndote tropezar, chocando con la pared, colocando una sobre esta rápidamente para estabilizarte. El dolor carcomía tu cuerpo.

"¿Q-qué está pasando?"

Tu cabeza comenzó a doler más. Miras hacia la puerta de tu dormitorio que estaba a solo unos metros de distancia en ese momento, el mundo parecía comenzar a temblar.

Tropezaste nuevamente, intentando alcanzar la puerta. Tu corazón se aceleró y el golpeteo en tu cabeza se hizo más fuerte, suprimiendo las ganas de vomitar.

Pero antes de que tu mano pudiera agarrar el familiar material del picaporte de la puerta de tu dormitorio colapsaste. Te acomodaste en el piso frío, aterrorizada y confundida. El dolor aun persistía, intentando mover tu cuerpo pero es en vano.

Tu visión se volvió borrosa con motas negras, haciendo un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos.

Los sonidos familiares de cascos golpeando contra el suelo llenaron tus oídos. Intentaste levantar la cabeza, pero todo tu cuerpo se sentía pesado. Apenas lo lograste. Una figura blanca familiar llenó tu línea de visión, haciéndose más y más grande con cada paso que daba. Un cuerpo cálido se colocó con ternura frente a ti.

Era Peony.

Los ojos llenos de preocupación de Peony se encontraron con los tuyos. Los gemidos dejaron a la jovencita mientras trataba desesperadamente de obtener una respuesta de ti.

—Peony...— tu voz era tan débil que apenas era audible. Te dolía la garganta al hablar.

Peony te empujó suavemente, indicándote que te levantaras.

—No puedo mover...— te calalste.

Tu boca comenzó a entumecerse. Los gemidos de desesperación de Peony comenzó a entumecerse. Los gemidos de desesperación de Peony solo se hicieron más fuerte.

Tu línea de visión se oscureció. Te invadió una sensación de somnolencia, tus ojos ardientes comenzaron a sentirse pesados.

Sentiste que tu cuerpo se relajaba mientras observabas en silencio a tu pegaso chillando e intentando ponerte en pie frenéticamente.

—Lo siento. No me siento muy bien Peonu— tosiste.

Tu mente comenzó a dar vueltas. Lo último que lograste ver antes de desmayarte fue a Peony corriendo pasillo arriba. 

Gods And Monsters - Record of RagnarokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora