Capítulo Veinte

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·ラグナロクの記録

-Gods and Monsters-

·神々と怪物


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Los monitores y las máquinas pitaban constantemente a tu alrededor. Tu cuerpo inmóvil yace tumbado en una cama, con sábanas blancas tendidas sobre ti. Tus ojos luchando por adaptarse adaptarse al entorno desconocido que te estaba rodeando, con tu línea de visión borrosa. Un dolor sordo envolvió tu cuerpo, un pequeño gemido sale de tus labios secos y entreabiertos.

El olor a alcohol y medicamentos era embriagador. Tus ojos finalmente comenzaron a fijarse en las cosas a tu alrededor sin mucha mejora. Tu cabello estaba desordenado y esparcido sobre las almohadas blancas, incómoda por el material áspero de tu bata de hospital azul claro rozando constantemente tu piel.

Tus ojos se clavan en tu mano inmóvil, muchos alambres y agujas atravesaban tu piel, permaneciendo clavadas en tu carne. Tus cejas se fruncieron concentradas, intentando mover tu mano.

Nada.

Dejaste escapar un suspiro de derrota antes de dejar que tu cabeza golpeara la suave textura de la almohada. Un silencio prolongado era todo lo que te rodeaba en ese instante, a excepción de algún que otro pitido de los monitores.

El sonido de la manija y una puerta traqueteando hizo que tus ojos se movieran rápidamente en esa dirección. La puerta se abrió, revelando un rostro desconocido para ti.

Era un hombre de cabello oscuro como la noche, la piel pálida como la nieve, y sus ojos eran rojos como la sangre, su rostro no mostraba ninguna emoción cuando entró en la habitación. Usando una vestimento oscura bastante extraña.

Tenías que admitir que era muy guapo.

―¿Quién eres?― tu voz era ronca y atontada.

El hombre permaneció en silencio, sin darte respuesta, mientras en tu rostro se dibujaba una expresión perpleja.

Se acercó a tu cama, sus ojos se detuvieron en tu figura, y antes de que más palabras pudieran escapar de tus labios, el hombre te agarró del brazo, asustándote un poco.

Sus ojos estudiaron los cables y agujas clavados en tu brazo mientras sentía tu puls, manteniendo su pulgar apoyado en tu muñeca para sentir el ritmo de tu pulso, mientras sus ojos estaban clavados en los monitores.

―El pulso parece estable― murmuró para sí mismo.

"Supongo que es mi médico". Pensaste para ti misma mientras observabas al extraño hombre, que seguía revisando tus signos vitales y los monitores.

Soltando tu brazo antes de dirigirse a uno de los muebles al otro lado de la habitación. Abriendo una de las puertas de un armario, saca una aguja. Una bastante grande. Tragas saliva al verlo y la inquietud se abrió paso dentro de ti.

El hombre se puso un par de guantes sobre sus pálidas manos, regresando hacia ti con la aguja en su mano. Sacando un asiento al lado de tu cama antes de sentarse.

Te alejas de él rápidamente, logrando que el hombre se detenga. Sus iris rojos se encontraron con los tuyos inquietos.

Sus ojos te recordaban a los de Poseidón en cierto modo. Sin vida y aburrido. Pero él parecía diferente de una manera que simplemente no se pude identificar.

―Solo voy a extraer tu sangre para analizarla― habló con indiferencia.

Asentiste lentamente con la cabeza antes de dejar que te agarrara del brazo. Subió la manga de tu bata de hospital y te secó el brazo con una gasa. Llevando la aguja hasta la parte superior el brazo antes de insertarla con cuidado en tu piel.

Te moviste incómoda ante la sensación de la aguja succionaba tu sangre. Tus ojos volvieron a la cara del hombre. Sus ojos se quedaron mirando las cantidades de sangre que ingresaba a la aguja.

―Lo siento pero ¿quién eres tú?― repetiste la pregunta. Un silencio fue todo lo que hubo durante varios segundos antes de que el hombre se decidiera a responder.

―Beelzebub― respondió monótonamente.

Sus ojos miraron hacia arriba, esperando verte encogerte como todos los demás ante el nuevo conocimiento de que él era el infame dios maldito. Pero sus ojos se abrieron ante tus rostro radiante.

―¡Encantado de conocerte!― respondiste con una sonrisa. 

Quedó asombrado.

Él esperaba que te asustaras e incluso lo miraras con disgusto. Pero no, tu reacción fue todo lo contrario a lo que había imaginado inicialmente. Una sensación extraña burbujeó en la boca de su estómago.

Beelzebub desvió su mirada hacia tu brazo nuevamente, absteniéndose de dejar que una sonrisa se derramara en su rostro pálido.

―Hecho― respondió simplemente antes de quitarte la aguja del brazo.

Beelzebub se levantó antes de caminar hacia el fregadero, quitándose los guantes antes de enjuagarse las manos en el agua. Girándose hacia ti mientras se secaba las manos con un paño blanco.

―En breve te traerán una cena sencilla junto con algunos medicamentos. Tómatelo con clama y descansa, tuviste un día bastante estresante― sus palabras no contenían ninguna emoción, pero algo en su mirada decía algo diferente. Se dio la vuelta y comenzó a dirigirse hacia la puerta.

―Gracias.

Se detuvo cuando escuchó tu voz. Sus labios se abrieron en un ligero shock, pero permaneció en silencio, sin atreverse a darse la vuelta para encontrarse con tu mirada. Pasaron varios segundos antes de que retomara el paso, saliendo de la habitación, dejando que la puerta se cerrara suavemente detrás de él.

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2023 ⏰

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