Capítulo 1: Mi Amazona

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Regia y sublime, así era la señora Santos.

La señora, de la gran hacienda La Ponderosa, recorría sus tierras que con mucho esfuerzo levantó, junto a su marido, Victoriano Santos.

Cabalgando en su caballo andaluz, una pura raza española. Regalo de cumpleaños de parte de su marido, aquella preciosa yegua negra, llamada Gracia; la adoración de Inés.

Inés ordenaba ir a máxima velocidad, sintiéndose libre, feliz e imponente junto a Gracia.

—Vamos, mi niña...el patrón nos espera... — sonrió mientras la acariciaba el cuello —es capaz de venirnos a buscar, eh.

Gracia resolló.

—Bueno sí, ya vamos muy tarde...no te preocupes...nos perdonará fácilmente.

Inés giró las riendas para encaminarse a la hacienda.

Los trabajadores veían a su patrona cabalgar, mientras ella pasaba sonreía como saludo para todos. Las miradas caían sobre ella siempre, tanto de hombres como mujeres, pues, la belleza de Inés en sus cuarenta y tres años era sublime como el pasar de los vinos.

Benito, el capataz de la hacienda, veía a su patrona acercarse, corriendo se acercó a ella junto a un mozo de cuadra.

Inés llegó bajándose del caballo contenta.

—Patrona, ya el patrón está preguntando por usted.

Inés volteó los ojos.

—Gracias Benito... Julio, te encargo a Gracia.

—Claro que sí, mi señito.

Benito ha sido el capataz de la hacienda desde tiempos memorables, portador de secretos, ojos de águila, de corazón noble y leal a sus patrones sin importar qué.

Tenemos a Julio, un muchacho en los inicios de sus veinte, trabajador y honesto.

—Gracias — agradeció mientras se dirigía a la entrada principal de su hogar.

Inés fue al despacho de su marido, sabía que estaba ahí, dado que a esa hora de la tarde, leía su periódico, con su café y música ranchera a lo bajo.

Inés entró sin tocar, era la señora, no necesitaba hacerlo en ningún lugar de la casa. O bueno, a excepción de las habitaciones de sus hijos.

—Ya estoy aquí, mi amor — se sentó en la esquina del escritorio mientras él le daba la espalda.

—¿Dónde has estado, mujer? — fingía leer su periódico, pero solo estaba atento a lo que respondería su mujer mientras olía la fragancia que se esparció al ella entrar.

—A Gracia y a mí se nos fue el tiempo, mi amor... recorrí todas nuestras tierras...— se irguió mientras trataba de buscar su mirada dándole la vuelta a la silla giratoria de su marido —sabes que me encanta hacerlo, Victoriano.

Victoriano la observaba completamente enamorado, tan hermosa, con el escote de su blusa verde, su pantalón breeches y sus botas negras, mientras sostenía con su mano derecha su sombrero de vaquera negra.

Él la jaló hacia él sentándola de horcajadas en sus piernas.

—Lo haces a propósito — protestó mientras mordisqueaba el cuello de Inés a su antojo — no puedo concentrarme en estar enojado cuando te vistes como toda una amazona, mujer.

Inés solo lo abrazaba mientras él se degustaba en ella. En cierta forma, de esa manera lo tranquilizaba.

Domable para ella, solo ella lograba controlar a su marido.

La Mujer De Victoriano SantosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora