La Mujer De Victoriano Santos

Capítulo 9: Mi Única

Pasaron quince días y cada vez más el día de la carrera se aproximaba.

Aún faltaban dos semanas y medio pueblo ya había apostado a favor de Inés o esos fueron los rumores que habían llegado a los oídos de Victoriano Santos acerca de su mujer.

Inés se sentía lista junto a Gracia, la confianza y compañerismo había crecido en ellas todavía más después de volver a entrenar para una carrera como tal.

Inés se encontraba con Gracia dándole cuerda haciendo que trotara en círculos alrededor de ella.

—Eso, mi niña... estamos muy bien.

—¡Patrona! ¡Patrona!

Inés volteó su mirada. —¡Julio! ¿Cómo te fue hoy?

Julio se aproximó corriendo y se sentó en entre las barandillas.

—Me fue muy bien, patrona... me encanta mi profesor, explica demasiado bien, patrona.

— ¡Qué bueno, Julio! — sonreía — Estoy orgullosa de ti... cuando menos lo esperemos, en un abrir y cerrar de ojos, estarás graduándote como todo un profesional.

—Y yo mismo le entregaré el título en sus manos, patrona ¡ya verá, eh!

Ella asentía mirándolo con mucho amor. —Está bien, está bien... esperaré paciente ese momento, Julio.

—Pos si, patrona ¿y qué hace, patrona? ¿Ya entrenó con ella?

—Solo le estoy dando cuerda... nada más por hoy... mi niña debe descansar también y ahora la soltaré un rato para que ande por ahí... lo menos que quiero es que mi niña pase estresada.

—Ah bueno, patrona... ¿Va a necesitar que la ayude en algo?

Inés negó. —Estoy bien por ahora, Julio. Gracias, mi vida.

Julio se bajó. –Órale, patrona... seguiré en lo mío... si me ocupa mándeme a llamar, eh.

—Sí.

Inés continuó con su yegua.

>>>Hogar de Francisco>>>

Paralelamente, Francisco y Alicia se encontraban discutiendo.

—¡Ella siempre ha sido mejor en eso que yo, Francisco! ¿Porqué no lo entiendes? ¡Todo esto ha sido por tu causa! ¡Prácticamente me obligaste a retarla! ¡No sé por qué me haces hacerlo esto a Inés! ¡Te he dicho miles de veces que no quiero estar cerca de ella! — dio un paso acercándose a él — Por favor, Francisco — sus ojos se cristalizaron — vámonos de este maldito pueblo.

Francisco la abofeteó.

—Te recuerdo que ella no se compadeció al no de dejarte ganar esa carrera, Alicia — habló con una tranquilidad que asustaba a la mujer — ¡Tienes que ganar esta carrera como de a lugar! ¡Si Inés pierde prestigio, Victoriano también la perderá! — se sentó en su sofá alterado — ahora más que nunca hay oportunidad para que el apellido Santos pase a la historia.

<<E Inés vendrá a mí y al fin seré feliz con  ella>>, pensó Francisco para sus adentros.

—Francisco, casi que todo el pueblo están a favor de Inés, sabes que a ella le gusta ayudar, Francisco — sollozó —respetan a Inés por que ella se lo ha ganado y sabes muy bien que ella ganará esta carrera — suspiró agobiante —, tendrá más respeto y admiración, y más siendo la mujer de Victoriano Santos.

Francisco se levantó abruptamente y la tomó violentamente de los brazos.

—¡No menciones el nombre de ese imbécil en esta casa, Alicia! ¡Inés debía ser mi esposa! ¡Ella iba a ser mi mujer! ¡No tú! ¡Tú me repugnas!