Capítulo 20: Diente Por Diente

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>>>Caballeriza>>>

En cuanto entraron, Francisco tiró a Inés al suelo sin consideración.

Ella se quejaba del dolor.

Francisco cerró ambas puertas de la caballeriza, había logrado todo su plan malévolo.

Causar una distracción enorme dejando la hacienda prácticamente sola para él, incluso había asesinando a los que procuraban la entrada de la hacienda.

Cuando la caballeriza estaba cerrada por dentro, Francisco liberó a Gracia de su establo e Inés escuchó los sonidos de su yegua.

—¿Gracia? — ella se tocaba a lo bajo de su vientre.

—Sí, Inés... es tu yegua... ordené qué no la soltaran a ella para que no estuvieras sola del todo.

—Mi marido... mi marido ya viene, él te hará pagar por todo esto, si me haces algo él mismo te meterá en la cárcel.

—No me importa, Inés... nada me importa... en cuanto escuché a los del pueblo anunciar el nacimiento de ese mocosa me he llenado más de ira y sed de venganza por Victoriano... él no merece nada de esto, ni a ti te merece.

—¡Mi marido merece todo lo bueno que le ha pasado y más!

Francisco atentó contra ella y la abofeteó varias veces hasta hacerla sangrar de su nariz.

—¡No lo entiendes, Inés! ¡Nunca me entiendes!

Gracias relinchaba y soplaba alterada, la yegua sentía peligro y se movía inquieta por alrededores.

Francisco se separó de ella agitado. —¡Si tan solo Victoriano te habría dejado para mí nada de esto habría de suceder! ¡Ni siquiera las tierras que qué me heredaron!

Inés se movía adolorida.

—Esas... esas tierras nunca fueron tuyas — susurró entre dientes.

Francisco la tomó del cabello nuevamente.

—¡Eso era mío! ¡Incluso logró qué Alicia me dejara! ¡Es un oportunista!

Inés lloraba, sentía tanto miedo por ese hombre y a ciegas era una horrible pesadilla.

Pero, desgraciadamente, no era ninguna pesadilla.

La yegua se acercó a Inés qué permanecía en el piso.

Por supuesto, Gracia sabía que era Inés por el olor que husmeaba en ella.

Ella le buscó el rostro de la yegua.

—Ay, mi niña... — susurraba entre llanto.

Y para sorpresa horrorosa para Inés, escuchó disparos de nuevo. Sintió como un cuerpo pesado había caído cerca de ella.

—¿Qué está sucediendo? — gritó desesperada — ¿Qué fue...?

—He matado a tu yegua, Inés... está cerca tuyo, está dando sus últimos respriros.

Inés gritaba del dolor en medio del llanto, su amada yegua agonizando.

Ella logró llegar a tocar a Gracia y sentía como dejaba de respirar cada vez más.

—¡Gracia, no! ¡No me dejes, por favor! ¡Gracia, no te vayas! — Inés lloraba desconsolada.

Sin poder hacer nada para evitarlo, Gracia había dado su último respiro.

—¡Ay no! ¡Mataste a mi yegua! ¡Un animal indefenso, desgraciado!

Francisco se acercó para darle otro manotazo en su rostro.

La Mujer De Victoriano SantosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora