Capítulo 15: Temor

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Miguel guiaba a su mamá a la caballeriza, estaba contento por que habría de pasar tiempo con la mujer que más amaba sobre toda la tierra.

—Ya estamos llegando, mamá... alistaré a Gracia para ti... ahora se tendrá que acostumbrar qué no solo tú la toques.

—Eso es lo que me preocupa — confesó con cierta angustiado en su voz.

—Vas a ver que se dejará — le besó una mejilla rápidamente, entraron a la caballeriza y se dirigieron hacia el establo de Gracia — ¿Sabes qué, mamá?

—¿Si?

—Acaricia a Gracia, distráela mientras yo la ensillo.

—Está bien, pero guíame hacia el rostro de ella.

Miguel la acercó, la yegua estaba tranquila, ya se había percatado de la presencia de Inés y de Miguel, pero Gracia se concentraba más en Inés.

—Hola, mi niña — sonreía — quédate tranquila mientras mi hijo te ensilla, eh...¡Vamos a cabalgar, chiquita! ¡Miguel nos ayudará! ¿A poco no es una buena idea? — la acariciaba con emoción.

Gracia ladeaba su cabeza hacia el pecho de Inés, una muestra de cariño de parte del animal.

—Te quiero, mi niña... vamos a pasar un tiempo bien bonito, ya verás.

Miguel en tanto continuaba ensillando. Cuando terminó, quiso ayudar a subir a Inés pero ella se negó.

—Quiero hacerlo sola, mi vida... creo que soy capaz... nada más, ayúdame a saber donde está el estribo, mi amor.

—Sí, mamá.

Miguel hizo caso a la petición de su madre, dirigió el pie izquierdo de Inés en el estribo y ella de un impulso se montó finalmente sobre Gracia.

—¿Viste, mi vida? ¡Sabía que podía hacerlo! — exclamó sintiéndose plenamente orgullosa.

—Claro que podías, mamá... ahí te voy.

Miguel se logró subir quedando detrás de ella.

—Ora sí, madrecita... vamos a divertirnos — la rodeó con sus brazos para abrazarla fuertemente e Inés soltaba risitas.

Miguel tomó las riendas y comenzaron a andar.

Inés estallaba de felicidad.

Miguel, por miedo y protector qué sentía que debía ser, iban a paso lento.

Inés deseaba adrenalina, velocidad pura.

—Mamá, no, me da miedo... ¿Y si te llegas a sentir mal? ¿O te lastimo? ¿O si nos caemos?

—Miguel, mi vida, ándale... quiero sentir la brisa... podré no ver pero mi cuerpo recuerda como cabalgar, sostenerme y todo eso... hazlo, mi amor.

Miguel suspiró rendido. —Está bien, mami — tiró de las riendas ordenando a Gracia galopar a toda velocidad.

Inés gritaba emocionada, volviendo a sentir lo que extrañaba.

Para Miguel, no había dinero, ni fortuna, ni ninguna otra cosa en el mundo que tuviera tanto valor como ver la sonrisa de su madre y oír lo feliz que estaba.

—¡Sí! — Inés extendió sus brazos recordando, sintiendo la brisa, sintiéndose libre.

Miguel sonreía.

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Minutos después, descansaban sobre el pasto, teniendo de vista el río.

Miguel abrazaba a su mamá, rodeándola con sus brazos.

La Mujer De Victoriano SantosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora