Capítulo 8: Mi Mundo Y Más Allá

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>>>Siguiente día>>>

Inés fue la primera en despertar, era un día emocionante.

Se puso encima de su marido para despertarlo a besos. —¡Despierta! ¡Despierta, mi amor! ¡Hoy hay mucho por hacer!

Victoriano despertaba en tanto acariciaba las piernas de su mujer, gruñía al sentirse todavía somnoliento.

—Hoy será un largo día... —susurró.

—¡Tengo que estrenar la silla que me regalaste! ¡Hoy conoceré a mi primera nuera! ¡Vamos a comer muy rico, ya verás!

Victoriano asentía quedándose dormido.

—¡Victoriano! ¡Despierta!

—Ya, mujer...

Inés hizo un puchero. —Ya sé lo que necesitas... — se ladeó hacia la mesita de noche que había al lado de la cama, abrió un cajón como pudo y sacó un preservativo. Enseguida, bajó el bóxer de su marido, abrió con sus dientes la envoltura y luego le colocó aquella protección.

—Eres una traviesa, mujer.

—Cállate.

—Bah...

Inés jugó con aquel miembro para hacerlo crecer a su conveniencia y era fácil pues su marido tan solo verla era más que suficiente para que su miembro se pusiera erecto y listo para la acción.

—Empecemos de la mejor manera este día, señor Santos — se colocó de nuevo sobre él y se embistió colocándoselo.

Ambos gimieron al sentirse.

—Buenos días, mi amor.

Victoriano sonreía en tanto ella comenzaba a moverse y moverse, de arriba a abajo, en profundidad buscaban saciarse conforme pasaban los minutos.

Victoriano hizo que Inés se inclinara para succionar un seno. —Mi morena hermosa... hermosa, mi vida... más duro, mi amazona.

Inés siguió la indicación de Victoriano, tal como lo pidió.

Victoriano le nalgueaba invitándola a no dejar de moverse al mismo volumen que iba.

Victoriano se contrajo al sentir su esperado orgasmo. — Eso es... — gruñó.

Inés gimió segundos después y reposó sobre el pecho de su marido recuperándose.

—A bañarnos, mi amor... — le dió palmaditas en su pecho izquierdo. Luego, salió de él y se levantó; sin más, se fue al baño desnuda y abrió la regadera.

Victoriano la acompañó minutos después.

>>>Caballeriza>>>

Tanto Inés como sus cuatros cuatro hombres que amaba, la acompañaban para verla montar en su nueva silla.

Lo primero que hizo Inés fue buscar la comodidad de Gracia, después de ensillarla.

—¿Te gusta, mi niña? ¿Está cómoda? — Inés la abrazó por el cuello — Te ves preciosa, mi niña... eres la más guapa, eh.

—Mamá, siempre es chistoso como le hablas.

Ella sonreía mirando a Gracia con mucho amor. — Ella no habla pero entiende, Miguel... ellos entienden a pesar de que no pueden hablar... son seres vivos, mi vida... y ella me da su lealtad y yo la mía... por eso tenemos esta hermosa relación.

Los Santos solo sonreían ante las palabras de Inés.

—Bueno, es hora de probarlo, caballeros — Inés se montó en el caballo, con su sombrero, su traje para la ocasión, sus botas y con Gracia.

La Mujer De Victoriano SantosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora