Capítulo 14: Soy Tan Feliz Contigo

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Pasaron los días, y con ellos semanas donde Inés fue apoyada por toda su familia y sus empleadas para poder soltarse y desenvolverse en caminar por su casa de una forma muy diferente.

También siendo constantemente aconsejada e impulsada por su marido y sus hijos para realizarse la cirugía qué le habría de dar la posibilidad de volver con normalidad como antes,era pequeña la posibilidad, pero por lo menos había cierta esperanza.

Sin embargo, Inés seguía firme en su decisión, no lo veía que fuera una opción favorable dadas las escasas posibilidades de la recuperación de su vista.

Era una mujer terca según la opinión de Victoriano.

Victoriano quería a su mujer con bien siempre. Pero, se daba cuenta que a veces eso se salía de sus manos.

Era de noche, Victoriano le había dicho a Inés qué se esperara en la habitación para después llevarla abajo a cenar juntos.

Inés quería bajar por sí sola, por lo que se atrevió a salir de la habitación despacio y guiándose con la pared hasta llegar al posamanos de la escalera.

Victoriano había alcanzado verla, estaba detrás de ella, unos cuantos pasos detrás.

No hacía ningún sonido qué la hiciera saber de que el que estaba atrás era su marido.

Con cuidado, bajaba escalón por escalón, se aferraba al posamanos, aunque estaba asustada se atrevía.

Cuando llegó al suelo por fin, soltó un suspiro aliviada.

A Victoriano le causó ternura aquello.

—Nunca me haces caso — le susurró detrás.

Inés dió un brinco del susto.

—¿Victoriano? — se giró a la derecha a dónde escuchó qué provenía la voz —¿Me estuviste siguiendo todo este rato?

—Yo nunca te pierdo de vista, mi amor.

—¿Viste? ¡Pude bajar sola! ¡Te dije que podía sola! — con su mano buscaba para tocarlo, Victoriano se acercó para que ella le tocara el pecho.

—Claro que puedes sola, morenita... pero te he dicho que no lo hagas sola... te puedes tropezar, caramba.

Inés en su terquedad, siguió caminando, ya había memorizado como llegar hasta la mesa del comedor.

—¡Ven aquí, mujer! ¡No me ignores!

—¡Te ignoro si me da la gana!

Victoriano la tomó de los brazos, le encantaba cuando era rebelde.

—¡Nunca me haces caso!

—¡Suéltame!

—¿Pues qué crees? ¡No me da la gana tampoco!

—¡Eres un...!

Victoriano atentó y le robó un beso descaradamente.

Y se apartó de ella riéndose burloso.

—¡Eres un descarado! ¡Te aprovechas qué no puedo ver!

Victoriano reía, disfrutaba jugar con ella.

—¿Dónde estás? ¡Eres un tonto!

Victoriano merodeaba alrededor de ella mientras ella intentaba encontrarlo con sus manos.

Cuando en eso, Victoriano la nalgueó tomándola por sorpresa. Aquel hombre carcajeaba como nunca antes, reía y reía.

—¡Eres un descarado! ¡Sinvergüenza, Victoriano!

La Mujer De Victoriano SantosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora