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Me quedé en silencio unos segundos después de hablar con los niños, tratando de calmar la tormenta en mi pecho

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Me quedé en silencio unos segundos después de hablar con los niños, tratando de calmar la tormenta en mi pecho. Les dije que, si algo nos pasaba a Brian y a mí, siempre estaríamos con ellos, en sus corazones. Pero, claro, son niños. No podrían entender del todo el peso de mis palabras, el miedo que se escondía tras ellas.

De repente, unos brazos me rodearon por la espalda, y sentí cómo todo el aire se escapaba de mi cuerpo al reconocer ese perfume que tan bien conocía. Era él. Sonreí y dejé caer mi cabeza en su pecho, buscando consuelo.

-Confías mucho en quien te abraza por la espalda -murmuró Brian, con esa mezcla de humor y ternura en la voz que siempre me hacía sentir en casa.

-Reconocería ese perfume a kilómetros -le respondí, cerrando los ojos-. Y esa manera en la que me agarras la cintura... nadie más lo hace así.

Brian me dio un beso suave en la mejilla.

-Escuché tu conversación con los niños -dijo en un tono más bajo.

-Tengo miedo, Brian -confesé mientras me volteaba para mirarlo a los ojos-. Miedo de no volver a verlos.

Él llevó una mano a mi mejilla, acariciándola con suavidad, como si quisiera borrar mis preocupaciones con ese simple gesto.

-No tengas miedo -susurró-. Esto lo acabamos juntos... y volveremos juntos. ¿Sabes? La mejor decisión que tomé en mi vida fue comprar aquel sándwich.

-Era un sándwich horrible -dije soltando una pequeña risa.

Ambos reímos, y por un momento, el peso del mundo pareció disiparse.

-La mejor decisión que tomé yo fue regresar -dije con una sonrisa nostálgica-. Porque así te conocí, y eso... jamás lo voy a lamentar.

-Siempre serás mi vida -me respondió, con una seriedad que solo hizo que mi corazón latiera más rápido.

-Y tú la mía -dije, perdiéndome en su mirada. Parecía como si fuera la primera vez que lo miraba, aunque cada detalle de su rostro era tan familiar para mí.

-Te amo, Valeria -murmuró, acercándose.

-Te amo, Brian -respondí antes de que sus labios encontraran los míos, y por un instante, el mundo dejó de girar.

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Más tarde, volvíamos al caos. Iba justo detrás del auto de Brian, siguiendo su ritmo mientras pilotaba mi moto deportiva, igual que en los viejos tiempos. Mi mente estaba enfocada, aunque no podía evitar disfrutar la sensación de velocidad.

Rapidos y furiosos: Una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora