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Después de todo lo que habíamos pasado en Río, parecía irreal que este día finalmente hubiera llegado

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Después de todo lo que habíamos pasado en Río, parecía irreal que este día finalmente hubiera llegado.

¡Sí! ¡Hoy es el día que me caso con Brian!

Respiré hondo, observándome por enésima vez en el espejo. Mi reflejo parecía sereno, pero por dentro, los nervios me carcomían.

—Vas a estar bien, Carola. —La voz tranquila de Han rompió el silencio detrás de mí—. Deja de preocuparte tanto.

—Déjala, Han. Está nerviosa, es su gran día. —Mia, que sostenía al pequeño Jack de apenas dos meses, sonrió con ternura—. ¡Mi hermana se casa!

Le devolví la sonrisa, aunque mi mente seguía en mil cosas a la vez.

—Aún tengo la esperanza de verlos a ustedes dos casándose algún día. —Intenté bromear, señalando a Mia y a Han.

—Tendrás que esperar bastante para mí. —Han rió suavemente.

—Y yo estoy más que satisfecho solo con estar casado por lo civil. —Mia levantó una ceja, divertido.

—Bueno, bueno... —Suspiré, mirando de nuevo el vestido en el espejo—. Deberíamos bajar ya, ¿no?

—¿Brian y Dom ya llegaron? —pregunté, pero ambos negaron con la cabeza. Me crucé de brazos, mordiéndome el labio—. Me estoy empezando a preocupar. ¿Y si Dom y Brian decidieron fugarse juntos y me dejaron plantada aquí?

—No seas tonta, claro que no. —Mia rodó los ojos, divertida.

Han sonrió y me dio un suave apretón en el hombro.

—No te preocupes, Carola. Ellos estarán aquí. —Me guiñó un ojo—. ¡Suerte en el campo de batalla!

—Es una boda, no una batalla —protestó Mia, dándole un leve golpe en el brazo.

—Lo mismo da. —Han rió, y antes de salir, ambos me dejaron sola con mis pensamientos.

El silencio se hizo palpable, y la ansiedad volvió a invadirme. Me miré al espejo, tratando de calmar mis nervios. Todo estaba listo, pero yo no me sentía lista. ¿Estaba realmente preparada para esto?

El sonido de mi teléfono me sacó de mi ensimismamiento. Era Nana Katherine, la mujer que me había criado cuando Dom no podía estar conmigo.

—Hola, cariño. ¿Cómo está la novia más hermosa del mundo? —Su voz cálida y reconfortante llenó el espacio.

—Estoy bien, Nana. —Le respondí, pero mis palabras sonaban más tensas de lo que me hubiera gustado—. ¿Y tú? ¿Dónde estás? Se escucha ruido de autos...

—Ah, mi niña, estoy tomando un pequeño desvío. —Su tono era despreocupado—. Planeo irme de vacaciones a la playa.

—¿Vacaciones? —Fruncí el ceño, sorprendida—. Me hubiera encantado que me entregaras en la boda, Nana. Tú me cuidaste cuando Dom no pudo.

—Lo sé, mi amor. —Su tono se suavizó—. Pero recuerda que siempre estaré contigo, aunque no esté ahí físicamente. Te deseo lo mejor en tu matrimonio, querida.

—Gracias, Nana. —Tragué el nudo en mi garganta cuando escuché que su auto se detenía—. Nos veremos pronto, ¿verdad?

—Claro que sí, cariño. Nos vemos pronto. —Y colgó.

Suspiré, sintiéndome un poco más tranquila. Me volví hacia el espejo una vez más. El vestido que había escogido era simple pero perfecto. Justo lo que necesitaba. El cuello alto y la espalda descubierta le daban un toque elegante, y el largo del vestido, que me cubría los pies, lo hacía aún más especial. Iba descalza, por supuesto. No tenía ganas de complicarme con tacones.

Unos golpes suaves en la puerta me hicieron girar.

—¿Valeria? —Reconocí de inmediato la voz de Nana Katherine y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. No pensé que realmente vendría—. ¿Estás lista?

Abrí la puerta con las manos temblorosas y, sin pensarlo dos veces, la abracé con fuerza.

—No estoy lista, Nana. —Le confesé con una sonrisa temblorosa—. Y dudo que lo esté en una o dos horas.

Ella se rió suavemente, acariciándome el cabello como lo hacía cuando era niña.

—Mi niña, si pude estar contigo cuando Dom te envió a España, ¿crees que me perdería este día tan importante? —Me miró a los ojos con una ternura que me desarmó.

—Me vas a hacer llorar, Nana. —Me reí entre lágrimas—. Sabes que eres como una madre para mí.

—Y tú siempre serás mi niña. —Susurró, colocándome un mechón de cabello detrás de la oreja—. Pero, vamos, no querrás hacer esperar a Brian más tiempo.

Tomé su brazo, y juntas salimos de la casa. Al doblar la esquina, el camino de rosas y las antorchas iluminaban nuestro paso hacia el altar en la playa. La luz de la luna le daba un aire mágico a todo. Mi corazón latía a toda velocidad, casi tanto como cuando estábamos en medio de una misión.

—Jamás he estado tan nerviosa en mi vida. —Confesé, apretando un poco más el brazo de Nana.

—Todavía estamos a tiempo de escapar. —Bromeó, haciéndome sonreír.

La sonrisa duró poco, mis nervios volvían con fuerza.

—¿Cómo es posible que esté tan nerviosa? —farfullé, llevándome una mano al pecho.

—Ya has pasado por cosas mucho más complicadas, Valeria. Esto es fácil. —Su tono era suave, tranquilizador.

—Lo sé, pero esto... esto es diferente. —Suspiré, pero finalmente asentí—. Vamos, no puedo hacer esperar más a Brian.

Tomé aire, y junto a mi Nana, avancé por el camino de rosas. A lo lejos, vi a mi familia, a mis amigos, todos esperando. Las decoraciones, las sillas, todo estaba perfectamente colocado. Pero mi atención solo estaba en él. En Brian, con sus ojos azul cielo, mirándome desde el altar.

Finalmente llegamos, y Nana le entregó mi mano a Brian.

—Cuida de ella por mí, ¿sí? —Le dijo con una sonrisa.

—Siempre. —Respondió él, y en ese momento, todo el mundo desapareció. Solo estábamos él y yo, comenzando nuestro "para siempre".

Rapidos y furiosos: Una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora