—Admítelo, Santos, las parrilladas no son lo tuyo —dije entre risas mientras me acercaba a la parrilla. El humo lo envolvía completamente y tosía con esfuerzo, intentando no ahogarse.
—¡Wow! ¿Creciste otro centímetro más? —bromeó él, ambos riendo a carcajadas.
—Te extrañé mucho, Vale —añadió Santos, con una sonrisa que mezclaba nostalgia y alegría.
—Yo también te extrañé, Santos —respondí con sinceridad—. Me hacían falta mis dos idiotas favoritos que siempre están ahí para apoyarme en mis locuras.
Santos me sonrió con esa complicidad que sólo los amigos de toda la vida pueden tener.
—¿Cómo están Lexie y Jesse? —preguntó casualmente, aunque yo sabía que desconocía la última sorpresa.
"Diablos, aún no saben lo del nuevo hermano", pensé, reprimiendo una sonrisa.
—Están bien, han crecido bastante, ya verás que en un par de años me dejarán enano —respondí con picardía—. Lo sabrías si me visitaras más seguido.
—Pues ahora que lo dices, creo que lo haré —dijo mientras me abrazaba con fuerza. Correspondí el abrazo, disfrutando el reencuentro.
Nos separamos y me dirigí a saludar al resto del grupo. Sean, Twinky y un nuevo amigo estaban charlando, cuando Han me sorprendió abrazándome.
—¿Sabías que estaba vivo? —me preguntó Sean con una sonrisa traviesa, aludiendo al hecho de que Han estaba de vuelta.
—¡Por supuesto que no! —respondí riendo—. Si lo hubiera sabido, te juro que lo habría matado yo misma por desaparecer así. —Todos soltamos una carcajada mientras Han negaba con la cabeza.
—¿Cómo han estado? Hace mucho que no vas a Tokio —dijo Sean una vez que nos soltamos. Twinky me abrazó efusivamente.
—Estamos bien, aunque han pasado algunas cosas que me han mantenido ocupada. ¿Y Hanna y Gisele? —pregunté, cambiando el tema.
—Hanna no deja de preguntar por ti y por Brian —dijo Twinky mientras Han nos escuchaba con atención.
—¿Sabe quién soy? —intervino Han, levantando una ceja, lo que me hizo sonreír.
—Claro que sí. Desde que nació, siempre le hablamos de ti —respondí con ternura—. Nunca dejamos que te olvidara.
Han soltó un suspiro de alivio y me sonrió con gratitud.
—¿Podré conocer a esas famosas chicas de las que tanto hablas? —preguntó Elle, el nuevo amigo de Twinky.
—Por supuesto, te van a caer genial —aseguré mientras me alejaba, esta vez sin un rumbo fijo.
De pronto, sentí unos pequeños brazos rodeándome.
—¡Tía Valeria! —gritó Jack, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Jack! —respondí mientras lo abrazaba—. ¡Pero mira cuánto has crecido! Hace nada apenas sabías caminar.
Me agaché a su altura, fingiendo seriedad.
—¿Cuántos autos sabes manejar ya? —pregunté.
—Aún no manejo, pero papá me prometió que me enseñará cuando cumpla quince —dijo emocionado, y yo miré rápidamente alrededor, asegurándome de que no hubiera "adultos" escuchando.
—No tienes que esperar tanto, yo te enseño antes —le susurré maliciosamente, y él me devolvió una sonrisa cómplice—. Sólo pídele a tu papá que te deje quedarte conmigo dos veces a la semana, y yo me encargo. Pero esto queda entre nosotros, ¿ok?
—Lo prometo, tía. No diré nada —aseguró con seriedad.
—¡Cuñadita! —La voz de Dom resonó a nuestras espaldas—. ¿Ya dándole malas ideas a Jack?
Me levanté lentamente, sonriendo inocentemente.
—Bueno, sabían perfectamente qué tipo de tía iba a ser —respondí con una sonrisa traviesa—. ¿Cómo has estado, cejastián? Hace tiempo que no sé de ti.
—Bien, cuñadita, todo en orden. Me alegra mucho verte de nuevo.
—A quién no —respondí riendo—. ¿Y qué tal va el negocio?
—Bien, pero justamente quería hablarte de eso. Mía y yo hemos estado pensando... ¿qué te parece si tú y Brian se convierten en nuestros socios?
—¿Es un trabajo limpio o... fuera de la ley? —pregunté, medio en broma, medio en serio.
—Dentro de la ley, obvio —respondió Mía, uniéndose a la conversación con una pequeña niña de la mano.
—Bueno, por mí está bien, pero tendrás que hablarlo con Brian también —respondí mientras la niña me miraba con curiosidad.
—Claro, lo hablaremos pronto —me sonrió Mía.
Me agaché para saludar a la niña.
—Hola, Kathe —dije con dulzura.
—Hola, tía Carol —me respondió con una sonrisa tímida—. ¿Vendrán Jesse y Lexie?
—Sí, ya no tardan —aseguré.
—¡Valeria! —La voz de Román me sacó de la conversación—. ¿Y Brian?
—Ya casi llega —respondí, mientras él simulaba que se moría de hambre.
—¡Vamos a comer! —gritó Letty desde el garaje, cargando al pequeño Brian en brazos.
Nos sentamos en la mesa, pero había cinco sillas vacías. El pequeño Brian levantó la mano.
—Un momento —dijo con seriedad—, faltan algunas personas.
—Ya están por llegar —le sonreí, tranquilizándolo.
El sonido de un motor familiar resonó, y un Skyline azul entró en la cochera. Mi sonrisa se ensanchó al ver el auto frenar suavemente. Me levanté mientras Brian y los niños bajaban del coche.
Jesse, Hanna y Lexie bajaron del asiento trasero, mientras Brian fue al otro lado para abrir la puerta del copiloto. De ahí salió Gisele, con nuestro pequeño Ross en brazos.
—¡Ross! —exclamé, sonriendo mientras me entregaba a nuestro hijo. Brian me rodeó con un brazo por la cintura, mientras toda la atención caía sobre Han y Gisele, que se abrazaban y susurraban algo al oído.
—Hanna —dijo Gisele, agachándose a la altura de la niña con una sonrisa—, él es tu papá.
Hanna corrió a los brazos de Han, quien la abrazó con fuerza. Siempre habíamos hablado de él para que no lo olvidara, y ahora por fin lo tenía frente a ella. La emoción era palpable.
—Qué lindo —comentó Lexie, abrazando a Jesse por los hombros mientras ambos observaban la escena.
—Bueno, ahora sí, ¡a comer! —anuncié, y todos nos dirigimos a la mesa.
Brian tomó mi mano y, con orgullo, anunció:
—Familia, les presentamos a Ross O’Conner Toretto.
—Nuestro pequeño hijo —añadí, sonriendo mientras todos nos felicitaban.
Aquella tarde fue perfecta. La parrillada se convirtió en una reunión llena de risas, chistes malos cortesía de Román y muchas fotos para el álbum familiar. Los niños corrían y jugaban entre ellos, mientras Ross recibía halagos que lo hacían reír. Mi pequeño rubio ya tenía un ego en desarrollo.
Brian me abrazaba por la cintura, ambos observando a los niños con una sonrisa.
—Te amo mucho, Valeria —susurró en mi oído.
Cerré los ojos, disfrutando del momento.
—Yo también te amo, Brian.
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Rapidos y furiosos: Una historia de amor
FanficSi el peligro corre por tus venas, no importa cuánto te escondas: eventualmente te alcanzará. Lo aprendí cuando me enamoré de un policía, el tipo de hombre que juró proteger y hacer cumplir la ley. Pero el amor tiene una forma curiosa de retorcer lo...