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Brian y Dominic me habían dejado fuera del plan, otra vez

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Brian y Dominic me habían dejado fuera del plan, otra vez. Mi papel principal en este robo, en este último golpe, lo habían descartado sin siquiera preguntar. Así que aquí estaba, sentada junto a Mia, tecleando en una computadora y observando las imágenes satelitales con frustración creciente.

—No puedo creer que me hayan dejado fuera... ¡Malditos! —murmuré, más para mí misma que para Mia, pero el resentimiento en mi voz era evidente.

Mia, quien estaba claramente de acuerdo con Dom y Brian, me miró de reojo, sabiendo que probablemente tuvo algo que ver en la decisión.

—No podías manejar en ese estado, Val. Mírate —dijo con calma, señalando mis nudillos vendados, aún enrojecidos—. Si Brian no te hubiera detenido, te habrías roto las manos. Eres un manojo de nervios, y lo sabes.

—Pero...

—No hay peros, Valeria —me interrumpió con firmeza—. Hoy no eres la conductora. Hoy serás sus ojos y oídos. Haz tu parte y déjate de lamentos.

—¿Te comió la lengua el ratón, cuñadita? —La voz burlona de Sebastián resonó en la radio, provocando que tensara la mandíbula.

—Cejastian, ¿por qué no metes tu nariz donde te llaman? —le solté con sarcasmo, pero Mia me lanzó una mirada que me hizo callar de inmediato.

—Basta, los dos —intervino Mia, irritada—. Sebastián, concéntrate en lo que tienes que hacer.

—Lo siento, cariño. Estoy cien por ciento concentrado —respondió él, con su tono juguetón de siempre.

Volví a fijar la vista en la pantalla. Dos pequeños puntos parpadeantes, los autos de Brian y Dom, se acercaban a la jefatura.

—Listo, Guíanos —la voz grave de Dom resonó en la radio.

—Sigan derecho dos calles —respondí, sin apartar los ojos del mapa digital.

—A la derecha —agregó Mia.

Un "entendido" de Brian llegó desde la radio, mientras los dos puntos giraban en la dirección indicada. Miré mi celular por reflejo, un noticiero nacional comenzaba a dar la noticia.

—¡Malditos! ¡Otra vez están en las noticias! —le dije a Mia, enseñándole el teléfono.

—Están haciendo su trabajo. Tienen a toda la policía corrupta de Río detrás de ellos —respondió ella, con un suspiro de resignación.

—¿Mejor ruta? —preguntó Brian, su voz tensa.

—Sigan derecho ochocientos metros, luego giren a la izquierda en Rua Fonseca —dijo Mia.

Pero algo no cuadraba en el mapa. De pronto, vi las púas desplegadas en la vía.

—¡No funcionará! ¡Hay púas adelante, Dom!

Rapidos y furiosos: Una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora