2.18

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Corriendo a toda velocidad a través de las sinuosas curvas de la montaña, Brian y Dominic competían ferozmente, desafiando la gravedad con cada giro y acelerón

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Corriendo a toda velocidad a través de las sinuosas curvas de la montaña, Brian y Dominic competían ferozmente, desafiando la gravedad con cada giro y acelerón. Ambos estaban concentrados, pero Brian tenía en mente algo más que la carrera. El convento donde pronto se convertiría en padre lo esperaba a solo unos kilómetros de distancia. La adrenalina se mezclaba con una profunda ansiedad que lo impulsaba a conducir más rápido.

De repente, el sonido del teléfono interrumpió la tensión del momento. Letty, al otro lado de la línea, hablaba con urgencia.

-¡Brian! Valeria está a punto de dar a luz -dijo Letty con voz agitada-. No te queda mucho tiempo.

Brian apenas podía procesar la noticia. Sabía que la carrera contra su cuñado estaba llegando a su clímax, pero esta noticia lo descolocó. Dominic lo miró de reojo, captando el cambio en su semblante, y sonrió para sí mismo.

-Parece que ya me ganaste hace rato, amigo -murmuró Dom, sabiendo que la motivación de Brian era mucho más poderosa que cualquier carrera.

Las manos de Brian apretaron con fuerza el volante. Izquierda, derecha, acelerar. Cada movimiento era calculado, cada curva un paso más cerca de su destino. Cuando finalmente divisó el blanco del convento a lo lejos, una mezcla de euforia y nervios lo invadió.

Al llegar, Letty lo esperaba fuera con una sonrisa burlona en los labios.

-Tranquilo, llegaste justo a tiempo -le aseguró mientras él aparcaba el auto de manera precipitada-. Pero prepárate, Valeria está hecha una fiera.

Brian asintió, pero su mente ya estaba en la habitación donde Valeria lo esperaba. Las palabras de Letty eran apenas un eco lejano mientras él avanzaba a grandes zancadas, su corazón palpitando fuerte en el pecho.

-Vas a ser un buen padre, Brian -le dijo Dominic, deteniéndolo un segundo antes de entrar.

Brian lo miró con sorpresa.

-¿Por qué estás tan seguro? -preguntó, desconcertado.

Dom sonrió, esa sonrisa cómplice de siempre, y echó un brazo sobre los hombros de Letty.

-Porque si no lo eres, iré a buscarte y te destrozaré -respondió con una mezcla de seriedad y broma.

Brian soltó una risa nerviosa y, con un gesto de asentimiento, se adentró en la habitación. Allí estaba Valeria, rodeada de enfermeras, respirando con dificultad entre contracciones. A pesar del evidente dolor, cuando lo vio entrar, sonrió con alivio.

-Si no hubieras llegado, te mataría -le dijo entre jadeos, intentando ocultar el dolor.

Él se acercó de inmediato, tomando sus manos con ternura.

-No te dejaría sola en un momento como este, ni en un millón de años.

-Más te vale -respondió ella con una sonrisa pálida-, porque todavía me queda gritarte por todo lo que estoy sufriendo.

Rapidos y furiosos: Una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora