☁︎ Acto IV

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Vió a Kim Seungmin un segundo, y cuando bajó la mirada para no equivocarse de escalón mientras aceleraba el paso, volvió a ver y este había desaparecido. Se detuvo a medio camino extrañado, hasta que de repente comenzó a sonar la melodía de una caja musical a la cual se le debe echar cuerda. Hyunjin se quedó congelado en su lugar, escuchó los latidos de su propio corazón en sus oídos y cuando giró sobre sí, notó aquella caja musical en medio del vestíbulo.

— Pero cuando pasé por ahí no había nada. — susurró para sí mismo con una expresión cargada de incredulidad. — Debo estar soñando... — la música seguía sonando. — Debo estar soñando... Es un sueño. Un sueño. Sigo durmiendo — llegó al segundo piso, pero a mitad del pasillo con dirección a su habitación volvió a ver aquella caja musical, por lo que se dirigió al lado contrario casi corriendo. — No, no, no es real. No es real.

"Deseo... Dinos tu deseo. Dinos tu deseo. Dinos tu deseo, deseo, segundo deseo..."

— No, no, no, no, no — repitió hasta el cansancio. Sentía que se iba a volver loco. Cuando tomó un pasillo volvió a aparecer la caja, tomó otro y volvía a estar ahí. La música no se detenía y sus pasos tampoco. — No tengo... No tengo deseos. No tengo. — esta vez el pasillo que tomó estaba libre. Una puerta dorada se vio al final de todo, como una salida de esperanza. Hyunjin entonces la deseó con todo su corazón acelerado y continuó corriendo. — Deseo... Deseo... Deseo...

Giró la manilla tras estampar su cuerpo contra la puerta e ingresó con la respiración agitada y los pelos de la nuca en punta. Sin pensarlo dos veces cerró la puerta y le puso seguro mientras intentaba regular su temperatura, sus latidos y su respiración. Se tocó el pecho, boom, boom, boom... ¿Qué había sido todo eso?

Cuando se recuperó miró a su alrededor. Las paredes de un color azul cielo gastado, con nubes blancas pintadas en el techo desconchado y una cuna en medio de la habitación. Había un arcoiris pintado hacía muchos años en la pared contraria a él, rodeado de hermosos globos flotantes. Se acercó desconfiado a la cuna de madera vieja y blanca. Se asomó sólo por curiosidad, sin saber que volvería a escuchar esa voz:

"Dinos tu deseo, tu deseo, ¿cuál es tu deseo?"

¿Lo susurraban las nubes o las estrellas? Quizá la luna y el sol juntos. Hyunjin no estaba seguro, pero no era humano, no era mortal, no era nada de lo que había escuchado antes en su vida. Y a todo ser humano le aterraba lo desconocido.

En la cuna había una manta cubierta de sangre. Arrugó la nariz y se alejó asustado. Quiso abrir la puerta, pero pese a que le quitó el seguro, la manilla parecía haberse atorado.

— No, no, no, no, ¡auxilio! ¡Ayuda, por favor! ¡Alguien! ¡Alguien! — de repente ya no era el Hyunjin de dieciseis años que quería salir de la habitación, era el Hyunjin que había despertado en el auto volcado y veía los cadáveres de sus padres en los asientos delanteros. — ¡Alguien! ¡Alguien, por favor! ¡Ayuda! — tenía quince años, era de noche, la luz brillante de la luna los alumbraba como un farol y era el único testigo de su tragedia, de la muerte de sus padres. — ¡Por favor! ¡Por favor, ayúdenme! ¡Ayuden a mis padres! ¡¡Ayuden a mis padres!! ¡¡Alguien!! ¡¡Deseo a alguien!! ¡¡Deseo a alguien!! ¡Alguien!... alguien...

Tras un chirrido metálico la puerta fue abierta y Hyunjin se derrumbó, cayó de rodillas contra el piso y fue sujetado por la persona que lo había salvado.

— Gracias... — susurró un Hyunjin abatido. Tenía las mejillas empapadas, los párpados pesados y los labios enrojecidos. Buscó la mirada de su salvador, de quien se agachó junto con él y lo sostuvo con sus brazos. — Gracias... Gracias, Seungmin. Gracias.

La Mansión de los Deseos: 𝘎𝘭𝘰𝘣𝘰𝘴 | HYUNMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora