☁︎ Acto VIII

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¿Por qué seguía pensando que eran siete, cuando en realidad eran sólo cuatro?

Alguien lo había puesto a cargo de sus amigos. Había sido una monja... ¿La monja Min? ¿Choi? ¿Lee? Chan estaba teniendo dificultades para recordar nombres y rostros que había visto antes de llegar a esa mansión. Quizá sólo necesitaba tomar un poco de aire o, tal vez, un vaso de agua podría ayudarlo a despejar su mente.

Después de ir a la cocina, se dirigió a las escaleras sintiendo sus ojos pesados. Quería llegar a su cama y dormir por horas. Estando a mitad de camino, repentinamente escuchó los pasos de más de una persona corriendo en el vestíbulo y risas de niños. Se detuvo con un pie en distinto escalón y giró su cuerpo con lentitud. Vió de reojo que los niños fueron a esconderse a la cocina, como si esperaran que él los persiguiera, como si quisieran jugar el mismo juego que a sus hermanos les gustó tanto en vida.

Bang regresó a la planta baja. Se dirigió nuevamente a la cocina y tragó saliva cuando se asomó por el marco de la entrada. ¿De dónde habían salido esos niños? ¿Y por qué de espaldas tenían tanto parecido a sus hermanos pequeños que fueron víctimas del incendio?

— Hena... Luca... No puede ser...— un nudo se formó en su garganta y sintió que su estómago se encogía del miedo. — ¿Son ustedes? — dio un paso con dirección a ellos. — Yo... soy Chan, su hermano mayor. — se le cortó la voz y de repente olvidó en dónde estaba, olvidó que los fantasmas no existían y que lo que veía era algo imposible. Su corazón tomó posesión de su cuerpo — Perdónenme por ese día, Hena, Luca, por favor — sus ojos se llenaron de lágrimas, ya no podía verlos con claridad, pero mientras más se acercaba, más seguro estaba de que eran ellos. — Debí llegar antes de la escuela ese día, debí llorarle a nuestro padre de rodillas para que dejara a esa mujer, debí llevármelos a un refugio, pude haber hecho las cosas diferentes y entonces ustedes no habrían...— se escaparon un par de lágrimas y detuvo sus pasos. Sus labios estaban tensionados, al igual que su mentón y su ceño fruncido. Extendió una de sus manos temblorosas y heladas en su dirección, quería tocarlos, quería comprobar que fueran reales. — Quizá sólo sean mi deseo... — por un segundo volvió a estar cuerdo, veía cosas que no debía ver — La mansión sólo está haciendo su trabajo. Pero de verdad necesito darles un abrazo y saber cómo están en el otro lado. Los extraño demasiado, mis pequeños, nunca creí que podía extrañar tanto a alguien — soltó el primer sollozo y cubrió su boca con la mano libre. Cerró los ojos con fuerza y tomó varias bocanadas de aire porque sentía que se le cerraba el pecho de la ansiedad. No quería que desaparecieran otra vez. — Los extraño... Lo siento mucho. Quisiera dar mi vida a cambio de las suyas. Quisiera que no hubieran tenido que sufrir hasta el final. Quisiera que no les hubiera tocado un padre tan horrible. Pero sobretodo, me hubiera gustado que no les tocara un hermano tan débil como yo... Hena, Luca, por favor, perdónenme. Llévenme con ustedes. Pueden tomar mi alma y detener mi corazón. Se los pido, por favor... Por favor...

Cuando estuvo a punto de tocar el hombro de Hena, alguien saltó desde atrás y evitó el contacto. La señora Kim, quien había estado esperando aquel contacto desde la oscuridad de la cocina, miró con recelo al intruso y se retiró usando las sombras con resignación. Esa era la tercera vez en la semana que arruinaba las cosas, por lo que se aseguraría de que también fuera la última.

— ¡¡Suéltame, Hyunjin!! — exclamó Chan, ya que lo tenía encima de su espalda. — ¡¡Te has vuelto loco!!

— ¡¡Te protejo!!

Cuando Chan revisó una vez más su entorno, se dió cuenta de que sus hermanos habían desaparecido.

— ¡¡No!!

— ¡¡Sí!!

En un movimiento brusco, Bang logró deshacerse de Hyunjin, haciéndole caer al suelo. De repente escucharon las risas de los niños en el vestíbulo, por lo que Chan fue tras las voces y Hwang no tardó en ponerse de pie e ir tras él.

La Mansión de los Deseos: 𝘎𝘭𝘰𝘣𝘰𝘴 | HYUNMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora