☁︎ Acto XI

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— La muerte... Ella era la mismísima muerte. — murmuró y entonces lo soltó, dio un par de pasos hacia atrás y se abrazó a sí misma, como si de repente sintiera frío. — La muerte quería traer vida al mundo; qué divertido, ¿no? La Mansión dijo que era imposible, dijo que ella jamás podría y mírate. Tan sólo mírate, Hwang Hyunjin.

— No entiendo...— susurró con cierta desesperación inundada de frustración. Era como si todos hablaran por códigos, pero algo era seguro: su mamá estaba involucrada en todo ello. — ¿Quién es la muerte?

Ante la pregunta, la mujer salió de la habitación, pasó por su lado y golpeó su hombro con fuerza en el proceso. Hyunjin la llamó, comenzó a perseguirla, pero notaba que los pasillos estaban cambiando y ella avanzaba más rápido de lo normal. Eso no tenía sentido, pero lo que no tenía sentido estaba bien en esa mansión.

— ¡Espere! ¡Alto! ¡Debe decirme! ¡No puede irse así!

Y de repente, una de esas puertas del pasillo se abrió y golpeó su cabeza, cuestión que le hizo perder el equilibrio y cayó al piso adolorido.

— ¡Hyunjin! — exclamó la voz de Seungmin y se agachó a su lado desconcertado. No parecía sorprendido por el hecho de que su habitación haya cambiado de ubicación, y pues claro, no debía ser la primera vez. — Perdóname. ¿Estás bien?

— Vamos, rápido — apresuró y se puso de pie tan veloz que su cabeza le dió vueltas. — Vamos por ella. No puede estar lejor. ¡Vamos, Kim Seungmin!

Seungmin lo tenía sujetado de los brazos, vió que no estaba en las mejores condiciones, pero estaba decidido a seguir adelante, por eso lo apoyó y no dijo nada al respecto. Juntos avanzaron por el pasillo, escucharon una puerta cerrarse y se acercaron, la abrieron e ingresaron. Cuando se quedaron encerrados, supieron que no había marcha atrás. Se escuchó el rechinar de la Mansión, el crujir de la madera y el temblor del piso, eso quería decir que allá afuera todo estaba volviendo a cambiar. No había forma de volver al punto inicial.

Sujetados de las manos, se agacharon y se agazaparon debajo de un enorme escritorio de madera gruesa y bien pulida. Podían ver a la señora Kim removiendo libros de un lado a otro. Ese lugar era una enorme biblioteca, también parecía un estudio personal, un lugar bastante privado como para que Seungmin no lo reconociera.

— Este es el lugar prohibido — susurró Seungmin con los ojos desorbitados. — Desde que tengo memoria, mi madre no me ha permitido entrar aquí. Nunca, ni por un segundo, he podido siquiera mirar el interior a casualidad.

— ¿Por qué crees que sea?

— No lo sé...— le daba pena admitir que había pensado en algún momento que ese lugar podría estar lleno de cuerpos. La mente es muy imaginativa cuando algo le intriga o le da miedo. — Pero estoy seguro de que guarda secretos... Muchos secretos.

Por la pequeña ranura, Hyunjin pudo notar los cuadros que estaban colgados y cómo estos estaban cubiertos por sábanas blancas empolvadas. Algo le decía que ahí estaba la respuesta.

— ¿Qué está haciendo ahora? — le preguntó Seungmin en un susurro, ya que la ranura era pequeña y Hyunjin no pensaba despegar sus ojos de ahí. — ¿Está haciendo algo raro?

— Sólo está revisando un libro o una libreta, no logro distinguir bien. Está muy oscuro — y efectivamente era así, sólo había un charco de luz azulina en el suelo que ingresaba por un tragaluz. — Creo que ya se va a ir.

Se quedaron en silencio, y pese a que ella no los podía ver y estaba lo suficientemente lejos para no poder escucharlos, también se quedaron estáticos.

La Mansión de los Deseos: 𝘎𝘭𝘰𝘣𝘰𝘴 | HYUNMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora