C. 2 ¿QUÉ TE ATA A MÍ?

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En multimedia, Camila y Brad 

Camila

Me detengo viendo el cielo gris, caen las primeras gotas de lo que parece una fuerte tormenta. Corro y atravieso el parque para llegar al coche donde me espera el abogado.

- Son todos los documentos que me pidió.

- Perfecto Camila – los guarda en su maletín. – En un par de días aportaremos las pruebas para la defensa de John, no falte a la audiencia, es importante para su hermano.

- ¿Cómo está?

- Confiado de salir. No se preocupe por él, pronto lo verá libre.

La lluvia arrecia, no puedo quedarme más tiempo. Si Brad llega y no me encuentra, empezará a pensar que lo abandoné, saldrá a buscarme o cazar a Nick. Me alejo del auto y vuelvo a cruzar la plazoleta. En segundos mi ropa queda empapada, de nada sirve apresurarme. Al entrar al edificio, Juancho me mira preocupado.

- El auto de su esposo acaba de entrar. – Es el único en el edificio que se ha dado cuenta lo mal que nos llevamos.

No vino a dormir el día anterior, solo envió un mensaje diciendo "no me esperes". Asciendo las escaleras a toda prisa. Tres pisos me parecen treinta. Estoy por ingresar al apartamento cuando el elevador abre sus puertas mostrándome al causante de mis desgracias.

- Brad – Su mirada verdosa me recorre de arriba abajo, y por su aspecto no ha dormido.

- ¿De dónde rayos vienes? – Mentir es parte de mi vida diaria. Dejo las llaves sobre la mesita y me deshago de los zapatos, tomo una toalla para secarme. – ¡Te hice una pregunta Camila! – Tira con fuerza y choco contra él.

- Basta Brad, me lastimas. – Aprieta fuerte, seguro quedaran huellas. – Iba camino a la pastelería, pero la lluvia me hizo regresar.

- ¿No podías solo llamar por teléfono y encargar lo que querías? – Topo con la pared y su cuerpo cercándome.

- No soy un preso, aún tengo derecho de libertad. – Observo las marcas frescas que tiene en un costado del cuello. Se aparta rápidamente, trata de ocultar sin éxito la evidencia de una traición que a todas luces no me importa.

- Date un baño, encargaré la cena y los postres que quieres. – Intenta desviar la atención de él.

No entiendo porque se aferra a continuar este matrimonio. Entre nosotros no hay amor, solo una relación tensa que nos está consumiendo a ambos.

Después del baño caliente, me siento con las piernas recogidas sobre el sofá, el pánico a la tormenta eléctrica no lo puedo evitar. Me sobresalto al escuchar el estruendo de un rayo. Empuño las manos ante un cielo que se estremece.

- Siempre es lo mismo Camila. – Se acomoda a mi lado y me abraza con fuerza. Son las únicas veces que agradezco no me deje sola.

De niña, papá me obligaba a quedarme sentada en el patio, sin luz y en medio de la lluvia, era su manera de castigarme, no importaba si después tenía fiebre o terminaba en el hospital.

La cena transcurre en un profundo silencio. Me acerca un trozó de tarta de moras.

- Tu favorito. – Su teléfono vibra anunciando un mensaje. Lo que sea que lee, es malo. El cambio en su gesto se endurece. Respira rápido y deja su móvil de lado. - ¿Tu salida fue a la pastelería o por un encuentro con el abogado de tu hermano?

No prosigue, detiene su interrogatorio ante la insistente llamada que no deja de sonar. Observa la pantalla y se levanta saliendo al balcón. Me da la espalda y yo no hago otra cosa sino mirarlo.

BELLUCCI, LEGADO DE UNA DINASTÍA (LIBRO 3) (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora