Adicta

Capítulo 3

―Lo siento ―Contesta Veneno con una sonrisa burlona. Es evidente que no lo siente en lo más mínimo― Ella y yo tenemos asuntos pendientes ―Aprieta su brazo alrededor de mi cintura y veo la furia reflejada en los ojos de aquel desconocido, ante su gesto― Así que puedes perderte ―Sus dos guardias empiezan a avanzar, aun con la mano sobre sus armas.

¡Ese hombre está en problemas! Pero entonces aparecen varios tipos vestidos de negro y con armas al lado del desconocido y los guaruras se detienen al instante. Siento como Veneno se tensa a mi lado, pues los superan en número.

―Si ese es el problema ―Comienza a decir el desconocido― Yo puedo saldar su deuda ―Uno de los tipos muestra un portafolio y avanza unos pasos para abrirlo. Mostrando el dinero que hay dentro. Escucho como deja escapar el aire entre los dientes, Veneno al verlo, es demasiado dinero, incluso yo estoy atónita― Entrégala y será tuyo ―Veneno me mira y luego a él.

―De acuerdo. Es toda tuya ―Dice empujándome. Él me recibe y me coloca detrás de su espalda― Puedes divertirte con ella un buen rato. Mañana no recordará nada de lo que pase ―Veo como aprieta la mandíbula el desconocido. Al parecer no le ha gustado nada su comentario.

― ¿Que le diste? ―Exige molesto.

―Nada malo ―Responde con tono burlón― No soy tan idiota. Ahora llévatela antes de que cambie de opinión.

Mi acosador, porque es evidente que me ha estado siguiendo, de lo contrario no sé cómo se puede explicar el hecho de que aparezca en todos lados, no se lo piensa dos veces me rodea con el brazo los hombros y me hace caminar.

―Puedo hacerlo sola ―Protestó, intentando zafarme. Emite un gruñido en señal de desacuerdo y no me libera. Se detiene y abre la puerta de un elegante vehículo, me hace entrar y me coloca el cinturón de seguridad.

Su rostro es toda seriedad, no tengo idea de quién es, ni porque rayos me quiere. Pero por alguna razón, me siento tranquila. Aunque tal vez sea mi estado. Me rio de mi misma, debo ser patética.

Me remuevo sobre la cómoda superficie de piel, que acaricia mis muslos. Este auto debe costar millones.

―Quédate quieta ―Lo escucho ordenarme. Lo miro y veo como enciende el auto. Niego subiendo las piernas al asiento y haciéndome un ovillo, giro el rostro en su dirección y lo observo.

― ¿Quién eres? ―Pregunto intrigada.

―Nadie ―Afirmó con cara de póker. Bufo y le pongo mala cara. Podre estar drogada, pero no estoy mal de la cabeza.

―Tienes que tener al menos un nombre ―Insisto. Parece considerarlo, por la forma en la que su frente se arruga.

―Min. Min Ho ―Contesta secamente.

―Min ―Repito pensativa― ¿Porque me sigue?

―Porque no eres capaz de cuidar de ti misma ―Frunzo la frente.