18. [Los abuelos Riggs]

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18. [Los abuelos Riggs]

Adeline:

 

El camino había sido largo y tedioso, deseaba un baño, comer algo y dormir.

Claramente no podía hacer eso, Hernán no dejaba de recordarme en todo el camino los beneficios que perdería si dejaba el contrato además de que tendría que pagar dos mil dólares por incumplimiento legal.

« Estaba a la deriva »

« Me tomaría estos días para pensar »

— Adeline, por favor no le digas nada sobre nuestro desacuerdo a tus abuelos — Él le decía desacuerdo, pero yo no lo veía así.

« Discutimos por su infidelidad »

« Eso no era un desacuerdo »

— No diré nada. — Negué, porque tampoco tenía moral, yo también había engañado a Hernán con su hijo.

« Con Atlas »

— No quiero que ellos opinen sobre nuestra relación, no quiero que me dejes por sus consejos. — Hernán era muy meticuloso, sabía claramente que lo que decían mis abuelos eran sabios consejos para mí, él lo sabía.

No era que yo me dejaba mangonear por mi familia, pero siempre los escuchaba porque tenían la razón.

« Sin importar qué »

— Ya te dije que no diré nada.

— Bien, cariño. — Él asintió, ya estábamos frente a las rejas de la granja, lo único que me hizo sonreír alegremente, fue encontrar el enorme cartel de hierro con el nombre de nuestra granja.

« La granja de los Riggs »

« Antes no estaba ese detalle »

— Me encanta el rótulo que le pusieron a la granja. — Comenté, estaba muy satisfecha con los cambios que empecé a ver.

« Todo parecía tan diferente »

— Fue especial, todos los que vengan sabrán a quien pertenece esta propiedad, a tu familia.

— Muchas gracias — Dije.

— Saludaré rápidamente a tus abuelos y luego me iré, tengo mucho trabajo pero el domingo en la noche vendré por ti — Lo miré, no sabía si decía la verdad.

— Puedo irme en un taxi.

— No, conmigo estarás más segura, yo vendré por ti. — Simplemente asentí porque no tenía ganas de hablar, ya sabía que las promesas de Hernán se las llevaba el viento.

« Atlas me dijo lo mismo »

— ¡Alberto! ¡Alberto! ¡Mira quién vino a vernos! — Mi abuela Mandy gritaba de la emoción y mis ojos se llenaron de lágrimas, tenía casi dos meses de no verlos y sentí tanta nostalgia.

— ¡Abuela! — Salí del auto y corrí a abrazarla, mis brazos la rodearon con fuerza mientras mi abuela besaba mis mejillas.

— Mi vida...hija... — Mi abuelo salió de la casa y también me saludó efusivamente.

« Los había extrañado mucho »

« Los quería tanto »

— Me alegra mucho que vinieras a vernos hija. — Dijo mi abuelito, la abracé por última vez y Hernán salió del auto a saludarlos.

— Buenas tardes señores Riggs, no crean que me robé a Adeline, hoy se quedará con ustedes.

— Gracias por traerla. — Mi abuelo le dió la mano.

Entre dos placeres © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora