capítulo 1

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- Mierda.

Resoplo antes de recoger el montón de ropa que se me acaba de caer al suelo. Es la tercera vez que me pasa en toda la mañana. Supongo que haber dormido cuatro horas no ayuda a mi concentración. Intento alejar la oleada de pensamientos que viajan a mi mente y me aparto un mechón de pelo de la frente, mientras siento los ojos de Josh puestos en mí. Estoy segura de que la mirada asesina que recibe de mi parte le quita las ganas de burlarse del desastre que acabo de hacer, porque se aguanta una carcajada y sigue a lo suyo.

Creo que odio mi trabajo. Y digo creo porque los días que me despierto de buen humor me lo paso bien aquí dentro, pero hoy se me está haciendo un poco cuesta arriba. Si no fuera porque necesito el dinero ya habría mandado a la mierda a más de un cliente. Las personas podemos llegar a ser muy insoportables. La parte buena es que tengo buenos compañeros. Josh es mi amigo de la universidad y fue él quien me ayudó a conseguir el trabajo Yo siempre digo, citando a una serie que marcó parte de mi adolescencia, que Josh es el jefe que sería jefe si no existiera la jefa, en este caso. Y luego está Ali. Desde que entró por la puerta con una mancha de chocolate en la camiseta y maldiciendo por haberse quedado dormida supe que seríamos buenas amigas.

Las horas que me quedan en estas cuatro paredes pasan más rápido de lo que espero y aprovecho para darle un último repaso al espejo del probador que acabo de limpiar. Me duele la muñeca de tanto frotar.

- ¿Te han dicho alguna vez que eres muy graciosa cuando te enfadas? – Josh, que está colocando la burra de los probadores, me mira divertido.

- Sí. Tú. Todos los días. Desde hace cuatro años.

- Ah, pues también es verdad.

- Tonto.

- Lo sé, soy el mejor.

Niego con la cabeza y me acerco a él.

- ¿Tú viste como estaba eso? – señalo el cubículo – Había pintalabios por todo el espejo.

- Imagino que las personas que entraron se lo debieron pasar bien.

- ¿Estás insinuando lo que creo que estás insinuando?

- Sí. Deberías probarlo para tus nervios.

- Qué incómodo.

- Cuando le pillas el truco es bastante divertido.

Josh se ríe al ver mi cara. Nunca entendí la fantasía de hacerlo en un lugar público, especialmente por el pequeño detalle de que no puedes hacer ruido. Me parece una broma de mal gusto.

Coloco varias estanterías con ropa de la nueva colección de otoño aprovechando que apenas hay gente mientras Josh me cuenta su última decepción amorosa. Detengo mi mirada en una chaqueta y la miro embobada. Su tela vaquera desgastada llama mi atención y los detalles bordados en negro en la espalda la convierten en una chaqueta especial. Es preciosa. Y muy cara. Me quedo con ella en la mano, mientras paso los dedos por la tela, como quien intenta tocar algo que sabe que nunca va a poder alcanzar.

- Hola.

La voz ronca que suena a mis espaldas me asusta y me hace dar un saltito sobre mí misma. La chaqueta cae al suelo y yo tardo una milésima de segundo en recogerla, apretándola contra mi pecho, como si se tratase del cisne de cristal que mi madre guarda sobre la estantería del salón y al cual no puedo ni acercarme porque la primera regla de la casa es que no le puede pasar nada a esa figurita. Cosas de madres, supongo.

no decirte quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora