Me despierta un dolor de cabeza horrible. Me pesan los párpados y tardo varios segundos en enfocar la pared de mi habitación. Cuando me siento con la suficiente fuerza para levantarme, abro la puerta y avanzo por el pasillo hasta el salón. Me froto los ojos como consecuencia de la luz que entra por el ventanal y lo veo. Está acurrucado en el sofá y tiene medio cuerpo destapado. De repente, me vienen recuerdos de ayer. Después de prepararme el vaso de leche, me obligó a desmaquillarme. Me acompañó a mi cuarto y cuando apagó la luz, volví a tener un ataque de ansiedad. Él se quedó conmigo hasta que me calmé y me quedé dormida. Ni siquiera volvió a preguntarme. Y ahora está aquí, dormido en mi sofá y con una expresión de paz en la cara que me hace estar en paz a mí. Recuerdo sus caricias en mi pelo tratando de calmarme y sonrío como una idiota. Voy a la cocina y preparo un café para él y un zumo de naranja para mí. Con lentitud y sin hacer ruido, me acerco y cojo la manta rosa que le dejé ayer para taparle los brazos. En cuanto siente el tacto suave de la tela sobre su piel, frunce el ceño y abre los ojos lentamente.- Perdón. No quise despertarte.
- ¿Qué hora es?
- Las diez y media.
- ¿Qué haces despierta tan pronto?
- Me dolía la cabeza.
Él se incorpora mientras yo me siento en el sillón con el zumo entre las manos.
- Te preparé café. No sé si te gusta.
- Me encanta el café.
Me dedica una sonrisa sincera y ambos bebemos en silencio. Contemplo la escena. Su pelo por las mañanas es un auténtico desastre, pero es que aún así, está guapísimo. Los mechones caen por su frente y siento el deseo de enredar mis dedos en los pequeños rizos que se forman en su nuca. Logan es precioso. Lleva puesta la ropa de ayer y me pregunto si habrá podido dormir algo. La manta arrugada entre nosotros, el olor a café y naranja, tranquilidad y el silencio cómodo. Podría acostumbrarme a esto.
- Lo siento.
Esas dos palabras son lo único que me sale y Logan me mira con ternura. Sabe a qué me refiero sin necesidad de decir nada más.
- No pasa nada.
- No entiendo cómo puedes no estar enfadado conmigo.
Logan da el último sorbo al café y me mira. Tengo las piernas subidas al sillón y agarro el vaso de zumo como si fuera el tesoro más valioso del mundo. Sin decir nada, se levanta y da un paso. Espera mi reacción, y al ver que no me muevo, viene y se pone de cuclillas frente a mí, apoyándose en el brazo del sillón.
- ¿Cómo estás?
- Más tranquila.
Nuestras voces son apenas un susurro y antes de poder pensar, estiro mi brazo y acaricio su pelo, peinándoselo con los dedos. Él parece casi tan sorprendido como yo, pero se limita a sonreír y cerrar los ojos mientras deja que yo siga con mi tarea. Cuando vuelve a mirarme, la paz que siento es tanta que es como si lo que pasó ayer nunca hubiera ocurrido. Él tiene la capacidad de hacerme olvidar de eso. Y no sé si es bueno o malo, pero quiero averiguarlo.
- ¿Tienes algo que hacer hoy?
- He quedado con los chicos.
- Ah.
- ¿Vas a pedirme una cita?
- No – miento fatal.
ESTÁS LEYENDO
no decirte quiero
Romance¿A dónde van las palabras que quisiste decir y que nunca pronunciaste? ¿Alguna vez te has arrepentido de no decirle lo que tanto deseabas a esa persona? Hannah tiene 24 años y está llena de inseguridades, pero también de ganas de vivir. Le duele el...