capítulo 26

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Hay días que debería estar prohibido levantarse de la cama. Hoy es uno de ellos. Me duele todo y estoy sentada en la isla de la cocina, bebiendo un zumo de naranja recién exprimido. El reloj marca la una del mediodía y los rayos de sol entran por el ventanal de la cocina que da a la parte trasera del jardín. Alice se está peleando con la batidora mientras intenta hacer un batido de fresa y plátano mientras me cuenta cómo el camarero del karaoke intentó ligar con ella. Unos pasos llaman mi atención y desvío la mirada hacia la escalera. Logan baja el último escalón, como si quisiera alargar ese momento todo lo posible. El pantalón de chándal le queda genial y su voz agitada suplicándome que siguiera viaja a mi mente, provocándome un escalofrío.

-                  ¿Me estás escuchando?

-                  ¿Qué? – digo, sosteniendo el vaso.

-                  ¿Se puede saber qué te pasa? Estás más empanada de lo normal.

-                  Buenos días – escuchar su voz me hace dar un saltito sobre mí misma.

-                  Buenos días – musito.

Cruzamos miradas y se rasca la nuca, sin saber qué decir. Lo que está claro es que el alcohol no hizo que ninguno de los dos se olvidara de lo que pasó anoche en ese sofá.

-                  ¿Quieres comer algo? – habla su hermana – Estoy haciendo batido.

-                  No, me tengo que ir.

-                  ¿A dónde?

-                  He quedado.

El timbre suena y Logan abre la puerta. Como si se tratara de una broma de mal gusto, la persona que está detrás es la chica de la melena rubia inconfundible. De repente, mi dignidad se ha ido a la mierda. Lleva puesto un chándal rosa, a juego con un top deportivo y una sudadera abierta también rosa. Su pelo está recogido en una coleta alta y, a pesar de no llevar una gota de maquillaje, está preciosa. Sus ojos verdes me gustan hasta a mí. Ella nos saluda con la mano y sin más, se van. Me siento estúpida.

-                  Qué  guapa es – digo.

-                  Sí. Es una cabrona.

No digo nada, pero estoy segura de que mi cara es un poema.

-                  Dime que no estás celosa.

-                  No estoy celosa.

-                  Qué mentirosa, Hannah.

-                  Por supuesto que lo estoy. Esa chica le sigue a todos lados y a él se le cae la baba.

-                  Es su mejor amiga desde los cinco años y tiene novia.

Abro los ojos sorprendida y Alice se ríe con ganas. 

-                  Vale, lo pillo. Soy patética.  

-                  Josh tiene razón. Sois dos idiotas que no saben darse cuenta de que se quieren.

Miro el vaso vacío en mis manos y bajo de un salto de la encimera. Como si hubiera estado escuchando, el timbre vuelve a sonar y esta vez es Josh el que entra por la puerta.

-                  Necesito consejo.

-                  Espera – dice Alice – No estoy sola.

Josh entra en la cocina, con gafas de sol y una bolsa de churros en la mano. En cuanto me ve, su ceño se frunce.

-                  ¿Qué haces aquí?

no decirte quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora