capítulo 14

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El reloj marca las doce del mediodía cuando abro los ojos. Mi pelo es un horror y, al contrario de lo que yo pensaba, apenas tengo ojeras. Imágenes de la noche de ayer vienen a mi mente y no puedo evitar sonreír. Sé lo que estarás pensando, pero no. No ha pasado nada. Y no sé si eso es bueno o malo. Hubo más de un momento de tensión en los que yo pensaba que él se lanzaría, pero ya es domingo por la mañana y yo sigo con unas ganas tremendas de que estampe su boca contra la mía. Ni siquiera sé como aún tengo la fuerza para no lanzarme yo, pero es que si lo pienso más de dos veces, me entra el pánico y me bloqueo.

Mi madre se va a trabajar y yo como algo de sopa caliente para calmar el día lluvioso y frío que está haciendo. Este tiempo me hace querer hacerme una bolita y no salir en toda la tarde, así que creo que terminaré haciéndole caso a mi pereza por un día. Consigo estar concentrada en la pantalla diez minutos, que es el tiempo que pasa hasta que recibo un mensaje de Logan. Un minuto después de contestarle, mi móvil suena de nuevo sobre mi estómago, esta vez, en forma de llamada.

- Estás interrumpiendo mi película – digo con tono divertido.

- Me apuesto lo que quieras a que ni siquiera le estabas prestando atención.

- Cállate.

- ¿Tienes algo que hacer esta tarde?

- Estar en el sofá.

- Suena tentador.

- Lo sé.

- ¿Y tu madre?

- Trabajando.

- Fantástico, yo pongo las palomitas. Estaré allí en veinte minutos.

- ¿Qué?

- ¡Estoy llegando! – su voz de niño me hace sonreír y ato seguido cuelga, sin dejarme siquiera contestarle.

Efectivamente, veinte minutos después, suena el timbre. Antes de abrir la puerta, dirijo mi mirada al espejo de la entrada. Llevo puesto un pantalón de chándal negro y una camiseta corta de tirantes, mientras que mis pies dejan ver mis calcetines de rayas. Antes de que pueda arrepentirme, abro la puerta y lo veo. Su chándal gris entra en mi campo de visión y su pelo alborotado me hace sonreír como una idiota. Va directo a hacer las palomitas y cuando vuelve al salón, se fija en el paquete de pañuelos de la mesa del salón.

- ¿Estabas viendo una romántica?

- Sí.

- Hannah.

- No empieces. Las comedias románticas no son aburridas.

- ¡Son todas iguales!

- ¡Claro que no! Me dijiste que te gustaban.

- Y me gustan. Pero eso no quitan que sean muy previsibles.

- Lo que tú digas – digo, fingiendo indignación.

- Además, ayer quería impresionar.

- ¿A quién?

- A una chica con la que salí a cenar.

- Pues decir eso solo te resta puntos. Deberías aprender a conquistar mejor.

- ¿Subo algún punto si admito que es mi género cinematográfico favorito?

- Depende. A lo mejor a ella le gustan las películas de terror.

no decirte quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora