capítulo 8

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Dejo que la música calle mis pensamientos. Camino por la calle cabizbaja y estoy tan metida en mí misma que ahogo un grito cuando alguien a mi derecha me quita el auricular de la oreja.

- ¿Se puede saber qué te pasa? – digo, asustada – ¡Casi me matas!

Me llevo la mano al pecho y él se ríe.

- ¿Siempre eres así de dramática?

- Sí.

Detengo mis pasos y quedo en frente de él. Dedico unos segundos a mirarlo. Su sudadera marrón le queda tan grande que le hace ser muy adorable y su pelo está tan perfectamente despeinado que tengo que contenerme para no enredar mis dedos en él. Se mete las manos en los bolsillos del pantalón y sonríe infantil.

- ¿Me estabas siguiendo?

- Si te digo que sí, ¿saldrás corriendo?

- Por supuesto.

- Entonces no. Estaba en el bar de en frente y te vi pasar.

Entrecierro los ojos en su dirección.

- En serio, no te estaba siguiendo. No tienes que preocuparte.

- Menos mal.

- ¿De dónde vienes? Estás sudada.

- Gracias, es el mejor cumplido que me han dicho nunca.

- ¿Quién ha dicho que es un cumplido?

Lo fulmino con la mirada y él se ríe fuerte. Dios, adoro su risa.

- Estás preciosa.

- ¿Estás intentando arreglarlo?

- ¿Está funcionando?

- No.

- Ya.

Empiezo a andar de nuevo intentando parecer despreocupada y él me sigue. Caminamos en silencio a través de la gente y me sorprendo cuando me encuentro cómoda en ese silencio.

- Vengo de bailar.

- ¿Practicando mi baile?

- Ya te gustaría.

- Mucho.

- No soy tan buena.

- Eso lo dicen las típicas que luego te dejan con la boca abierta.

- En serio, no lo soy.

- Lo sabré cuando te vea algún día.

Veo por el rabillo del ojo que sus labios se curvan en una sonrisa torcida y siento mis mejillas arder.

- ¿Alguna otra cosa que tenga que saber de ti?

- No me gusta el queso.

- ¿En serio?

- Sí.

- Pero la pizza te gusta.

- Es que en la pizza está fundido. Sabe distinto.

- Estás loca.

no decirte quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora