4- Vaquita y Laika

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Timothy Baker

Estamos en el establo, cuando la vaquita dice que se quiere bajar, que está algo mareada, pff, principiantes. Cuando me bajo, la ayudo, pero la mujer no deja de joderme la vida, cuando también pide agua y algo de sombra, palear las necesidades de los caballos es lo que debería hacer, pero sé que no de coña lo haría; es una princesita mimada, que más da, yo mismo le busqué ésto.

- Bien, aquí tienes - Le digo mientras le extiendo el vaso con agua.

- No está envenenada, ¿Verdad? -

- Si, mira, la saqué del arrollo que está como a unos cinco kilómetros y tenía cianuro en uno de los establos -

- Ah, si necesitas más, en mi bolsa negra hay un frasco - Me dice, muy animada, ojalá si hubiera ido a ese estúpido de arrollo.

Luego de que acaba con el agua, se acerca al bote de basura que está cerca del filtro de agua y lo desecha, quien lo diría, la princesa mimada cuidando el medio ambiente, definitivamente no lo esperaba, pero que bien que lo haga. Me dirijo hacia el interior del establo y empiezo a acariciar a mis yeguas, los machos los tengo en el campo, ya que muchas de ellas están o en calor o en labor de parto.

- Hola, bonita - Escucho detrás de mí, al voltear, la veo acariciando a una de las que está en labor de parto, Laika, ya ha tenido un potrillo, pero lo vendí a una granja más grande, lo cuidan muy bien, así que no me preocupa, lo que me preocupa es que ella se deje acariciar, ni siquiera me deja acercarme a ella. Sigo escuchando como le habla, como si fuera un bebé o mejor dicho, un ser de otro planeta.

- No viene de Júpiter - Le digo burlón, ella me jode, yo la jodo.

- Muy gracioso, ¿No? -

- Ten cuidado, puede atacarte, está en labor de parto - Ella incrédula, me mira como si me hubiera salido un tercer ojo y la verdad empiezo a dudar de ello, ya que me recorre muy lentamente, como si notará algo extraño en mí.

- ¿Quien eres? - Me pregunta.

- ¿Cómo que quien soy? Ah, perdón, verdad, eres una mujer mimada, ustedes los ricos no tienen piedad al decir las cosas -

- No, te estás preocupando por mí y por lo que pueda pasarme, por ello pregunto - Joder, ¿Es en serio?


- Bueno, entonces no te advierto y dejo que te ataque - Me doy media vuelta para seguir acariciando a las yeguas, pero me termino dando vuelta hacia ella, para advertirle - Eso sí, no me hago cargo de las lesiones que te causen - Y vuelvo a mi camino, mientras sigo escuchando como le habla a Laika.

*30 minutos después*

- Bien, ya nos podemos ir - Le escucho decir detrás de mí, cuando volteo, ahí está, con su  cabello castaño en la parte superior despeinado, su cola de caballo está desordenada, me dan ganas de acomodarle el cabello, no me gusta el desorden.

- ¿Qué? ¿Ya te aburriste de los caballos? -

- No, solamente que Laika se está quejando mucho y ahí sí empezó a asustarme - Dejo de escuchar cuando me dijo que Laika había empezado a quejarse.

Suelto el balde de agua y corro hacia el establo, al llegar, veo a Laika quejarse, está echada en el suelo y me mira con preocupación; abro la puerta con su bonito nombre en azul, y me dirijo hacia ella. Cuando me dirijo hacia su parte trasera, veo que las patas del potrillo están saliendo, ¡Joder! ¡¿Por qué no me avisó?! Voy por mis botas y guantes, veo como ella se acerca, pero ésto fue la gota que colmó el vaso.

Mujer solitaria y codiciosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora