6- Sonrisas y confesiones

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Joan Turner

Ésta noche ha sido una de las mejores de mi vida, lo tengo que admitir, nunca me había divertido tanto y mucho menos con mi enemigo, pero por ahí dicen, "el enemigo te conoce más que tu propia familia y mucho más de lo que tú lo haces" Y hoy me di cuenta que si es cierto, Tim me ha hecho reír como si no hubiera un mañana, como si no nos odiaramos, como si no nos hubiéramos dicho de cosas feas, como si no hubiéramos discutido esa mañana, como si yo no fuera la ricachona a la que odia. Cuando terminamos de reírnos, lo miro, está rojo de tanto reír, sus ojos no se muestran cansados, al contrario, es como si estuviera lleno de vida, de vida a la que yo quiero entrar o bueno, mejor dicho, la vida que yo quisiera y no tener que preocuparme por guardar las apariencias de que soy feliz, bueno, si lo soy, pero ¿A qué costo? ¿Al costo de qué siempre tengo que hacer lo que papá me ordena? ¿Al costo de qué no puedo salir con el tipo de hombres que me gustan, ya que eso le puede dar mala imagen a la familia y las empresas que están a nuestro apellido? Si, esa es la felicidad a la que me han acostumbrado desde pequeña, exactamente desde los 10 años, mamá me "entrenó" como si tuviera que ser domesticada, ya que era una rebelde, si Tim llegará a saber ésto, se reiría de mi, de eso estoy de segura.

- Hey, ¿En qué tanto piensas? Saca esos demonios y sigue riendo - Me dijo el hombre a mi lado, como si fuera fácil hacerlo.

Le doy una pequeña sonrisa y me reincorporo en la cama, lo miro, y al parecer sabe lo que quiero decir, porqué inmediatamente se acomoda, coloca una mano en mi espalda y empieza a moverla de arriba a abajo, reconfortandome, poco, pero lo que cuenta es la intención.

- ¿Quieres hablar de algo que te molesta? - Me pregunta, expectante por lo que diré.

- Mi familia, siempre fue dura conmigo, y el hecho de que tú no lo estés siendo conmigo, a pesar de lo que he dicho, me encoge el corazón - Le digo con la cabeza agachada y avergonzada por hablar de mis sentimientos.

- Hey, mírame - Me indica. Lo hago, lo miro, y esos bonitos ojos color esmeralda me reciben, con una sonrisa que me llena el alma. - No te preocupes por mí, ¿Ok? El hecho de que seas algo caprichosa y demás defectos que no quiero decir ahora, no significa que seas igual a tu familia; ayer me dijiste algo sobre tu abuela, ¿Quieres hablar de ella? - Me pregunta.

Me limito a asentir y él se acomoda mejor, me pasa el cojín que me regaló mi abuela, ambos procedemos a acomodarnos en la cabecera de la cama y él me mira esperando a que le empiece a contar sobre ella, pero no me salen las palabras, solo me concentro en su rostro y ahora me doy cuenta que tiene un lunar bajo el labio, uno cerca de la nariz y uno en el ceño, increíble, definitivamente estaba demasiado perdida, tanto que ni siquiera me di cuenta de sus lunares en la cara.

- Habla y deja admirar mi belleza - ¡Ja! Y dice que soy egocéntrica, caprichosa y condiciosa.

- No te hagas el guapo. En fin, mi abuela, murió hace dos años, dicen que fue un accidente, pero los frenos de su auto no estaban, y no creo que mi abuela quisiera suicidarse, ella era vieja, pero no tenía problemas, ella estaba llena de vida, me impulsaba a mí a seguir con mi vida sin importar que tantas veces mi padre me golpeara - Joder, se me salió esa última parte, no suelo decir la verdad, menos a un rubio que me está dando posada en su casa.

- Espera, espera, espera, ¿Tu padre te golpea? - Pensé que están hablando bajito. Asiento y él empieza a mirar mi cuerpo, toma uno de mis brazos rápidamente y lo inspecciona, hace lo mismo con mi otro brazo y mis piernas, pero al llegar a mis piernas, me hace cosquillas y sin poder evitarlo, me río, él me mira confundido.

Mujer solitaria y codiciosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora