Capitulo 76

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Después de arrastrar y embetunar el pesado y largo cuerpo de Agares en mi estrecho espacio donde vivía, cerré la puerta con seguro e incluso cubrí mi ventana con una sábana para evitar que otros descubrieran que había escondido aquí un sirenio macho de un tamaño increíble.

Este era un asunto muy importante, pero en estos momentos no tengo tiempo para pensar si las repentinas acciones de Agares de abordar el barco habían alarmado a alguien o no, ya que toda mi atención se centraba únicamente en su cuerpo...

No sé cómo describir las heridas de su cuerpo. Hay muchas manchas púrpuras y negras en la piel de su pecho y abdomen. Parecían juntarse, hinchadas por dentro y rezumando tinta negra, y en contraste con su piel pálida, eran tan impactante como las venenosas estramónicas en flor. Era una vista horripilante.

Sus cabellos plateados parecían contaminados por aceite de queroseno oscuro, incluso con las puntas teñidas de negro. Los ojos de Agares estaban solo medio cerrados, y las sombrías luces de las pupilas en sus ojos parpadeaban de allá para acá, luciendo algo medio despiertas. Sin embargo, su respiración se fue volviendo paulatinamente intermitente como una vela que estaba a punto de extinguirse.

-¡Agares! -Le agarré las mejillas, llamándolo unas cuantas veces, pero aparte del sonido de la respiración, no recibí respuesta.

Una enorme ola de pánico golpeó mi corazón y casi me dejó sin aliento, pero me di cuenta de que era el único apoyo de Agares en este momento. Nadie más podía ayudarlo excepto yo, así que tenía que tratar de mantener la calma. Respiré hondo y me agaché para escuchar los latidos de su corazón. El movimiento en su pecho era muy débil, hasta el punto de que podía contar con claridad la frecuencia de sus latidos, lo que inmediatamente hizo que mi corazón se anudara.

He aprendido el método básico de primeros auxilios. No sé si funciona con sirenios, pero obviamente no hay otra manera en estos momentos: nivelé el cuerpo con la cabeza de Agares en el suelo, después utilicé el método de RCP, bombeándole el pecho repetidamente. Controlé cuidadosamente mi fuerza, mi mano apuñada temblando más que nunca. Después de hacerlo por un rato, le sostuve la cabeza y me preparé para darle respiración artificial. Dios mío, respiración artificial para un sirenio.

¡Oh, incluso yo creo que es ridículo!
Pero Agares realmente lo necesitaba. Abrí la boca para inhalar un poco de aire, tomé su nuca para levantarle el mentón y abrir sus vías respiratorias. Entonces, le pellizqué la nariz y cubrí firmemente mis labios sobre los suyos, soplando el aliento, y luego repetí el proceso sin cesar. Después de no saber cuántas veces había bajado la cabeza ya, de repente noté que los ojos de Agares se ensanchaban. Ese par de ojos negros y muertos me miraba fijamente de una forma siniestra.

Se me salió un escalofrío, y al darme cuenta de que algo andaba mal, reculé instintivamente, pero fue demasiado tarde: una garra mojada ya retenía mi espalda. Me jaló firmemente sobre su cuerpo húmedo y resbaladizo. Luché por levantarme inmediatamente, pero mis piernas fueron firmemente enrolladas por su gruesa y sólida cola de pez, y mi cara terminó presionándose contra la cara de apariencia siniestra de Agares. Vi que de repente abrió la boca, y de entre sus labios y dientes, una larga lengua negra se extendió como un lagarto que repta, y se acercó directamente hacia la estrecha abertura de mi boca.

-No... ¡Agares! Que no te controle... -Mientras palidecía, intenté esquivar la cosa con miedo, pero bajo la presión de su mano no pude mover la cabeza y solo pude levantar un poco mi cuello. Sus afiladas garras palmeadas me pellizcaron la mandíbula, obligándome a abrir la boca del dolor, y tan pronto como se abrió el hueco, un objeto resbaladizo penetró repentinamente mis dientes. No pude evitar lloriquear entre las arcadas.

Bajé la mirada instintivamente y vi que la membrana escamosa en el vientre bajo de Agares se había abierto en algún momento. Lo que se revelaba no era su orgulloso objeto duro, sino un tallo grueso como tentáculos de pulpo. ¡Uno de ellos había invadido mi boca para entonces, mientras que los otros se abrían camino a retorcijones en mi pantalón!

Las Aventuras De Una Sirena Caliente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora