Capitulo 54

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Mientras me encontraba aturdido, sentí que Agares me besaba. Su beso estaba repleto de posesividad, pero también era muy gentil y suave. Sus labios y dientes chuparon mis propios labios, como si estuvieran chupando un caramelo sabroso que era bastante difícil de obtener. El clímax placentero que una vez tuve se desvaneció rápidamente, evacuando por completo mi conciencia. Solo restaba una sensación desconocida, como la de la repercusión de sumergirse en vino. Mi pecho se sentía tanto suave como mojado, con la misma sensación borrosa y cálida que la de una bola de algodón redonda y esponjosa.

Entreabrí mis ojos húmedos y brumosos, y no pude evitar devolverle el beso. Nuestras respiraciones se entrelazaron, como si estuviéramos rozando los puentes de nuestras narices. Ni siquiera pude abstenerme de usar mi lengua para palpar alrededor de sus colmillos, y todo el tiempo, Agares me mordisqueó la lengua, apretándola cuidadosamente de una manera juguetona. Luego, bajó por mi mentón para morderme la manzana de Adán, aunque ni suave ni fuerte, como si todavía no hubiera tenido suficiente.

Tragué saliva y cerré los ojos, soltando un suspiro de descontento. Incondicionalmente, mis piernas se agarraron fuertemente a la cola de Agares y comenzaron a frotarse con ella, y mi cintura-que estaba pegada a su pecho-comenzó a torcerse con inquietud. La llama dentro de mi cuerpo una vez más se encendió.

Poco después de un poco de jugueteo, desatamos otra guerra inevitable y volvimos a hacer el acto varias veces más. Ni siquiera sé cuánto tiempo estuvimos zarandeándonos hasta que, finalmente, terminé perdiendo el conocimiento por el agotamiento.
Antes de que comenzara a despertar lentamente, parecía que el tiempo se había ralentizado, casi como si hubieran pasado algunos siglos.

Mi cerebro todavía estaba en un estado túrbido y desordenado, e instintivamente había tomado un puñado de agua marina para verterla sobre mi cabeza. La frescura del agua invadió profundamente mi médula ósea, y mi mente hirviente y caótica pronto se enfrió, despacio.
Cuando abrí los ojos, me sorprendió lo que vi: el espacio oscuro y estrecho original se había vuelto mucho más brillante. Era como si, donde fuera que aterrizara la vista, estuviera iluminado por lámparas fluorescentes, de modo que incluso las grietas y defectos en las rocas se veían con mucha claridad.
Pero no había ninguna fuente de luz aquí.

La escena era muy extraña. Era como si... a fin de ver el mundo exterior, estuviera mirando a través de una lente de visión nocturna.

¿Qué está pasando?
Me toqué los ojos, pero no había nada cubriéndolos. Sin embargo, de inmediato noté una vaga luz tenue mostrándose en mi piel, como emitida por mis ojos. Qué diablos, ¿mis globos oculares brillan? No pude evitar pensar en los vigilantes ojos de Agares en la oscuridad, y me estremecí. Acaso este es otro signo de mutación, por lo tanto, ¿puedo ver en la oscuridad?
Moví la mirada hacia el rostro de Agares, quien, en estos momentos, se encontraba flotando de espaldas sobre la superficie del agua. Pude ver claramente que sus ojos estaban cerrados, su fuerte pecho ondulándose horizontalmente. Su cuerpo estaba cubierto de distinguidos moretones, marcas de mordidas y rasguños. Al parecer, Agares se había quedado profundamente dormido y, tras consumir gran parte de su energía, parecía muy cansado.

Me quedé mirando a Agares, incapaz de apartar mi vista ni por un momento. No quería admitirlo, pero su aspecto dormido realmente exudaba una atracción mortal, y no pude evitar extender la mano... solo para poder tocar esas marcas suyas.

Mis dedos recorrieron su clavícula, su pecho e incluso cuesta abajo hasta su vientre bajo. Un impulso indescriptible se difundió en mi interior, como una ola causada por el contacto de la yema del dedo con el agua. De repente, bajé la cabeza para acercarme a su rostro, y el momento siguiente, justo cuando no estaba seguro de qué, exactamente, quería hacer, vi claramente mi reflejo en el agua oscura: mis ojos enrojecidos y mis labios hinchados. No terminaba ahí, mi cabello estaba mojado, pegado y pegajoso sobre mi pálido rostro; mi cuello, mi pecho y mi abdomen estaban totalmente cubiertos de restos púrpura rojizos, remanentes de nuestro vívido encuentro amoroso. También había una gran y llamativa marca de mordisco en un lado de mi pezón. La marca de los dientes en sí era bastante honda y profunda, asemejándose a una marca de posesión.

Las Aventuras De Una Sirena Caliente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora