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El cálido momento que compartían ambos se sentía eterno, eran solo ellos dos y la hermosa noche.

El azabache sentía los delicados labios de la eriza intensificando el beso con cada segundo que pasaba, buscando atención, a la cual fácilmente el vetado accedió.

La rosada estaba tan inmersa en el momento que no se percató de las suaves manos del vetado rodearla por la cintura, y suavemente dirigirla hacia el centro del jardín.

Antes de que ella se diera cuenta ya se hallaba recostada en aquella roca de superficie plana, ligeramente inclinada.

Abrió los ojos contemplando lo que tenía enfrente de ella, al estar recostada tenía una gran vista del hermoso cielo estrellado, y justo en medio, aquellos hermosos orbes color rubí que la hicieron perderse en su mirada.

Shadow igualmente la observaba, aquellos ojos de mirada infantil, aquel sonrojo en sus mejillas evidentemente avergonzada, podría mirar esta misma imagen por mucho tiempo y aún así querer seguir viendola.

— Shadow... no podemos quedarnos aquí —  Le susurró temerosa Amy.

— ¿Por qué no? — Le susurró divertido por su claro nerviosismo.

— Alguien podría venir, los chicos tal vez estén buscándome.

— Nadie vendrá aquí, todos ya se van a sus casas — Le respondió calmadamente — Además, primero tendrían que encontrar este lugar.

Era un enorme laberinto, se usaba a veces en diferentes competencias para alguna festividad importante, era muy difícil salir de él, tendrías que caminar por al menos tres horas para encontrar una salida, por eso no era recomendable entrar sin la supervisión de un guía, a no ser que quisieras trepar las paredes intentando salir.

Algo que el azabache sabía y usó a su favor, por eso le pidió a la rosada que que se adentrase cuanto pudiera.

— Aún así no me gustaría preocuparlos... — Se justificó nuevamente Amy.

— Creo que te perdonaran por desaparecer una noche — Acarició su mejilla con delicadeza tratando de confortarla.

La rosada también quería quedarse, parecía ser un escenario propicio para revelar sus sentimientos, si todo iba bien sería un agradable recuerdo en un lugar hermoso, qué podía decir era una cursi.

— Creo que si...  — Sonrió dulcemente permitiendole continuar, rodeando su cuello.

Nuevamente retomaron el beso pero esta vez mucho más intenso y más necesitado, el vetado deseaba tenerla lo más cerca posible, sentirla por completo.

Los besos se sintieron asfixiantes al cabo de unos minutos y las manos del azabache comenzaron a hurgar con descaro por la anatomía de la rosada, comenzando por su cintura hasta poco a poco bajar hasta las piernas, sujetandolas con firmeza y subiéndolas para más comodidad.

La rosada entendió a dónde se dirigía esto, ella también lo deseaba pero antes tenía que confesar todo, por eso que detuvo el beso, y apartó el rostro, el movimiento fue aprovechado por el vetado que sin intención de detenerse ahora besaba su cuello.

— Shadow... espera, quería decirte algo — Cerró los ojos intentando calmarse.

— Eso puede esperar.

Le dio escalofríos a la rosada sentir sus ásperos labios recorrer desde su cuello hasta parte de sus pechos, sus manos continuaron su ritmo y subieron una parte del vestido por arriba de sus muslos.

Era sorprendente el libido que ambos tenían, un secreto muy bien guardado, porque ninguno de los dos era capaz de detenerse apenas empezaban, mucho menos la rosada que de los dos parecía ser la más sensible.

Acabemos con esto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora