Después de una mañana de espíritus de la tormenta, hombres cabra y novios gigantes voladores, Piper debería haber perdido la cabeza. En cambio, lo único que sintió fue miedo.
"Está empezando"—pensó—. "Cómo decía el sueño..."
Se puso de pie en la parte trasera del carro con Leo y Jason, mientras que el tipo calvo, Butch, manejaba las riendas, y la chica rubia Annabteh, ajustaba un dispositivo de navegación de bronce. Se elevaron sobre el Gran Cañón y se dirigieron al este, el viento helado rasgaba directamente a travez de la chaqueta de Piper. Detrás de ellos, más nubes de tormenta se estaban reuniendo.
El carro se sacudió y golpeó. No tenía cinturones de seguridad y la parte de atrás estaba abierta, por lo que Piper se preguntó si podría Jason atraparla de nuevo si se cayera. Esa había sido la parte más preocupante de la mañana, no qué Jason pudiera volar, pero la había sostenido en sus brazos, sin embargo no la había reconocido. Tampoco recordaba su... ¿cómo la llamaba Leo? Sinesteia, sí.
Todo el semestre había trabajado en una relación, tratando de qué Jason se diese cuenta de que lo quería como algo más que un amigo. Al final había conseguido que el muy imbécil la besara. Las últimas semanas habían sido las mejores de su vida. Y luego, hacía tres noches, el sueño lo había arruinado todo: aquella horrible voz, dándole terribles noticias. Ella no le había dicho a nadie, ni siquiera a Jason.
Ahora tampoco lo tenía a él. Era como si alguien hubiera borrado su memoria, y ella estaba atrapada en el peor "final" de todos los tiempos. Quería gritar. Jason estaba justo al lado de ella: los ojos amarillo brillante, el largo y puntiagudo cabello rubio claro que le caía tras la espalda, y la inda cicatriz en su labio superior.
Piper no podía quitarse de la mente las imágenes de su novio convertido en aquella masa de músculos. Jason siempre había sido muy alto y musculoso, sí, pero aquello rozaba lo grotesco. Recordaba como el blanco de sus ojos había sido remplazado por un color negro más oscuro que la noche cuando entró a la batalla. Y esa sonrisa sádica y sedienta de sangre... de alguna retorcida forma le atraía aun más hacia él.
Pero ahora había vuelto a la normalidad, con las ropas tan desgarradas que sólo eran unos cuantos harapos de colores que muy a duras penas lo cubrían un poco. Su rostro nuevamente era amable y gentil, pero siempre un poco triste.
"Incertidumbre"—pensó Piper, mientras veía los colores fluir sobre él—. "Miedo... confusión... desamparo"
Era una obra de arte demasiado hermosa como para dejar de mirarla. De cualquier modo él no parecía reparar en ella, se había quedado contemplando el horizonte, casi en trance.
Mientras tanto, Leo estaba investigando, como de costumbre. Se había puesto sus viejas gafas de soldador sobre los ojos para protegerse del viento e iba de un lado a otro haciendo preguntas.
—¡Esto es genial!—escupió una pluma de pegaso de su boca—. ¡Qué capacidad de maniobra tienen estos animales! ¿Cómo se compensa el peso del cuerpo con la envergadura de las alas? ¿Puedo sostener las riendas un momento? Prometo que te as devolveré de inmediato.
"Curiosidad"—notó Piper—. "Interés, emoción, fascinación, la energía de Leo siempre crea las pinturas más brillantes y alegres, pero... siempre está allí, oculta. Culpa... resentimiento... tristeza... una mancha imborrable que evita que sus colores lleguen a la perfección".
La expresión de Annabeth pareció suavizarse un poco, aunque Butch era reacio a permitir que Leo tomase el control del vehículo. Inteligente por su parte.
"Amargura"—detectó Piper, cuando estudió a la rubia—. "Una profunda preocupación... casi rozando el terror. Y también, algo más, orgullo herido"
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GIGANTOMAQUIA: El Héroe Perdido
Hayran KurguEste es un mundo distinto al que conocemos, más divino en cierto modo, más retorcido en otros. Los semidioses representan la cumbre de la especie mortal, el punto de equilibrio perfecto entre los dioses y los humanos, y se verán a prueba ante el inm...