PROMESAS (sasusaku)

KINJUTSU

       Se llamaba Kōsuke, vivía apartado de la sociedad, le gustaba estar solo, no se qué hacía cuando desaparecía, tampoco vi oportuno preguntárselo, era algo que simplemente no me concernía.

               Casi siempre estábamos juntos por eso comprendí que en algún momento necesitase su espacio, desde que llegué había invadido su intimidad, pero él con mucha calma supo llevarlo.

               Era una persona realmente fuerte, no me imaginé cuanto hasta que empecé a entrenar con él.

               Su manejo del chakra era sorprendente, podía utilizar todos los elementos al mismo tiempo y sin apenas agotarse, eso sin contar que era un gran maestro de las técnicas mentales.

               Me enseñó a introducirme en los recuerdos de la gente, ver lo que ellos veían y a borrarlos si era extremadamente necesario, aunque Kōsuke no era partidario, detestaba la violencia y odiaba las guerras, el dolor y el sufrimiento pues quería un bien común.

               En cierta manera admiraba el autocontrol que ejercía sobre sus emociones, me mostró como dominar mis impulsos y a cómo introducirme en la mente de las personas, podía tener conversaciones que nadie más oiría o podría a mi voluntad controlar como un títere a mi enemigo usando al mismo tiempo otras técnicas o el cuerpo a cuerpo.

               Era fascinante y adictivo al mismo tiempo poder manejar y controlar la mente de las personas, podía inventarme recuerdos o manipular los que ya tenían. 

               Una mañana me avisó que se ausentaría durante unas horas, la casa estaba limpia y la comida se estaba haciendo, por un momento pensé en el primer día que viene a este lugar, era un completo desastre fui a bajar unas cajas al sótano y apenas cabían, ahora que lo tenía todo hecho, podría bajarme a ordenarlo, empecé a mover las cosas de un lugar a otro, a reorganizar su interior y a etiquetarlas para que fuese más rápido encontrarlas cuando hiciesen falta .

              En alguna de ellas, había toda una vida en su interior, cientos de fotos donde el sonreía al lado de una mujer y una niña, debía ser su familia ¿Por qué no estaban con él? todas las fotos estaban aquí guardadas puesto que arriba no había rastro de ninguna, algo tuvo que haber ocurrido en el pasado.

              Las guardé con cuidado, el recuerdo de un ser querido siempre era valioso, me había llevado buena parte de la mañana recogerlo casi todo, todavía me faltaba la esquina del fondo donde había unos cuadros sobre un mueble de bambú.

             No había tenido ocasión de acercarme hasta ahora pues me impedía el paso todo lo que anteriormente había delante.

            El mueble pesaba lo suyo, una de las patas se había enganchado en un tablón que sobresalía del suelo, cuando al fin logré moverlo, me arrodillé a la altura del listón y descubrí que había algo oculto en su interior.

             A simple vista el hueco se veía vacío, no obstante en su interior debía de haber algo verdaderamente importante si quería hacerlo desaparecer con un sello de impei.

            Deshice el sello y de la nada apareció una caja. -no debería estar haciendo esto.- pensé, pero todo era tan extraño, necesitaba saber que había aunque luego tuviese que atenerme a las consecuencias. 

            Al abrir la caja me quedé boquiabierta ¿de verdad era cierto lo que estaban viendo mis ojos? ¿podía ser esto el pergamino del clan Uchiha? ¿y por qué lo tenia Kōsuke sensei? 

           Desenvolví el rollo y sin dudarlo comencé a leerlo, en él, aparecían quienes habían sido los fundadores, sus posteriores lideres, las jerarquías entre las familias, las técnicas de combate, los diferentes tipos de sharingan, sus características, funciones y como podían conseguirlos, además de los jutsus que recibían de forma innata. 

          No obstante lo que más me llamó la atención fue un kinjutsu específico, una técnica que a diferencia de las demás apenas había información sobre ella, se llamaba la  prisión escarlata.