CAPITULO 11

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Seokjin permaneció sentado, pálido, callado, asustado, mirando por la ventana del auto en movimiento. Sus manos huesudas y frías se retorcieron en su regazo, al momento de vislumbrar la arboleda del parque de su primera cita.

Muchas parejas caminaban del brazo sonrientes, radiantes y enamorados. ¿Algunas vez el se vio así? Seguro que si, pero a diferencia de los demás, su ilusión nunca fue correspondida.

No pudo no compararse con un joven doncel que reía a lado de un elegante caballero. Poseía unos cabellos largos y ondulados, que le rozaban los hombros y se rizaban hacia arriba. Sus ojos azules, orlados de oscuro, rivalizaban en color con el cielo despejado, y toda su persona era como un día cálido y soleado. Muy distante a su propio reflejo en la ventana, un rostro apagado y enfermizo, con parches cubriendo sus heridas y ojos oscuros que albergaban sufrimiento y recuerdos sombríos.

A veces, es duro soltar del corazón, aquello que te hizo estallar en el alma. Seokjin ya no esperaba nada; ni dicha; ni amor; nada... Todo lo maravilloso, sueños, anhelos, le habían sido arrebatados cruelmente.

Un mareo le provocó que cerrará lo ojos y apretara con fuerza la tela de su pantalón caqui. Las heridas se encontraban en proceso de sanación y el doncel atribuía sus malestares a las fuertes lesiones que sufrió en la cabeza.

Abrió los párpados cuando el malestar ceso, encontrándose nuevamente con su reflejo en la ventana. Detrás de el, los ojos de su abuelo lo observaban expresando preocupación sincera. Un sentimiento que se apoderó de la máscara fría e indiferente que siempre adornaba el rostro del mayor.

Jaehyun levanto su diestra con la intención de apoyarlo en el hombro encorvado del doncel, pero antes de que sus dedos tocaran la lana del suéter de punto negro, el cuerpo de Seokjin se tenso e inconscientemente se arrimo mas hacia la puerta, con su corazón latiendo rapidamente amedrentado.

Era inevitable no reaccionar de esa manera, sentía que ante un minúsculo toque a su persona, gritaría como método de defensa.

¿Estaba paranoico?

Quizás, pero el doncel lo atribuía al infierno que vivió en manos de Park Sora.

—Woon, da la vuelta y llévanos a la costa Naksan —ordeno Jaehyun al chofer que conducía el vehículo en extremo silencio. 

Seokjin no dijo nada y permaneció con la mirada fija en la ventanilla, hasta que las grandes infraestructuras de la ciudad se desvanecieron y solo quedó el infinito mar azul.

—Seokjin, baja— vocifero el mayor, abandonando de inmediato el vehículo, dejando solo a la sombra que el doncel proyectaba.

Sus zapatos se hundieron en la espesa arena y la brisa del mar revoloteo su ceniciento cabello. A su costado, la figura delgada del doncel se posicionó con el aspecto de una persona en trance. Seokjin tenía la mirada perdida, los hombros caídos. Se contemplaba la manos, delgadas, unidas con fuerza en actitud de súplica. Comportamiento que enfureció al mayor Kim.

—¡Suicidate, cae, llora y aprieta los puños! ¡¡Vamos!!, ¡mata a este Seokjin destrozado! ¡Tortúralo con tus recuerdos, deja que las heridas abiertas corran por tus venas y grita tu dolor hasta que el silencio se apodere de ti! —rugió con furia Jaehyun, no soportando mirar el perfil enfermizo de su nieto—. ¡¡Y escúchame bien!!.. Cuando te hayas muerto. ¡Levántate, lávate la cara y nunca mires atrás!... ¡¡Nunca!!

Seokjin se dejo caer en la arena y soltó un llanto desgarrador, seguido de un grito que hizo temblar a las olas del mar. Jaehyun se mantuvo de pie, a su lado, apretando los puños, conteniendose de abrazar a su nieto. Pues Seokjin debía aprender a ser fuerte por su propia voluntad, aunque su corazón doliera con cada grito que el doncel emitía al viento.

EL LLANTO DEL COLIBRI (Namjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora