CAPITULO 15

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—El abogado llamó está mañana —dijo Jinwoo, comiendo tranquilamente su ensalada—. Al parecer no hay nada que se pueda hacer, nuestro hijo te denunció y tiene las suficientes pruebas para refundirte en la cárcel.

—Esto te hace feliz ¿No? ¿Acaso ya no me amas?—cuestiono Sora, con una expresión y tono de voz manipulador.

Jinwoo frunció el ceño y el tenedor se paró a medio camino de su boca.

—Recuerda que soy ambivalente querida. Te amo, pero también te odio —respondió el mayor, llevándose la ensalada a su boca y masticando con gusto.

Jinwoo observó divertido como Sora intentó contener su molestia inhalando y suspirando profundo, mientras apretaba su diestra en un puño. Antes, fácilmente hubiera besado sus pies, pero ahora, su esposa solo representaba una molestia para él. Un objeto sucio y podrido que estaba a punto de desechar.

—¡Oh! Me olvidaba —continuo Jinwoo, dejando su plato de lado y limpiándose la boca con una servilleta blanca—. Deje los papeles del divorcio sobre tu tocador. Firmarlos antes de que la policía venga por ti mañana. Que tengas buenas tardes querida —sin más que decir, Jinwoo se levantó de la mesa y camino en dirección a su oficina, para encerrarse en ella.

—¡Maldito! —gritó Sora, estrellando su plato intacto en el suelo.

Las doncellas no tardaron en apresurarse a limpiar los restos de porcelana y comida del piso, temerosas de ser las receptoras de la furia de Sora.

—¡¡Largo!! ¡¡No quiero verlas!! —gritó histérica, tirando su copa de vino a la pared, provocando que un trozo de vidrio cortará el rostro de una de las doncellas.

—¡Mamá! —grito Jimin, bajando presuroso por las escaleras y acercándose de inmediato a la joven que lloraba de dolor y susto.

—Tranquila, está bien. Solo es un pequeño corte —hablo con voz dulce el doncel, sosteniendo delicadamente el rostro manchado de sangre y lágrimas—. Por favor señora Yeong, cura su herida y dale un analgésico para el dolor.

—Si, señorito. Ven querida... —La mayor a cargo de la cocina, se llevó a la joven por el corredor rumbo a los dormitorios de los empleados. Dejando a madre e hijo solos en un ambiente tenso.

—Definitivamente has caído en la locura —siseo Jimin, observando a su madre sostenerse la cabeza.

—Nadie me entiende —habló con voz baja, levantando la cabeza y clavando su mirada en el doncel. Sus ojos mieles estaban acuosos, ribeteados en rojo y dentro de sus iris, el tormento ardía como una lumbre inagotable—. No soy mala, ni estoy loca, la vida me hizo así. ¿Y sabes por qué?—dijo, acercándose lentamente al borde de la mesa larga del comedor—. Porque antes de que tú y Namjoon nacieran, tuve dos hijos más. Uno muerto entre llamas incandescentes y otro muerto en mi vientre.

Jimin la observó atónito, no sabiendo como reaccionar ante tal información. Sora aprovecho su estupor, para tomar minuciosamente el cuchillo de la mesa y empuñarlo tras su espalda.

—El doctor me dijo que mi cuerpo no soportaría otro embarazo, pero yo fui en contra de su estúpido diagnóstico y parí a dos hijos más. Dos hijos malagradecidos que no dudaron en apuñalarme por la espalda. —a medida que daba un paso, su odio y resentimiento aumentaban más.

—Nadie te traicionó madre, tu misma te condenaste con tus acciones. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas como encerrabas a mi hermano en ese sótano oscuro del ala oeste? Namjoon apenas era un niño cuando empezaste a golpearlo y encerrarlo por días, sin importarte que sus gritos de miedo y dolor traspasaran la puerta —dijo, con la carga de sus recuerdos reflejados en las lágrimas contenidas de sus ojos. Recuerdos que muchas veces lo visitaron en sueños en forma de pesadillas—. Mereces pudrirte en el infierno y así Namjoon por fin podrá ser feliz con la persona que ama.

EL LLANTO DEL COLIBRI (Namjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora