CAPITULO 7

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Seokjin todavía recordaba aquel amanecer cubierto de neblina e hilos de aguacero golpeteando la tumba de sus padres. A sus cortos seis años, le pregunto a su abuelo por que el cielo lloraba y el mayor solo se quedo callado; mirando fijamente los nombres gravados sobre el concreto. Los años siguientes de aquel suceso, la muerte de sus padres todavía le resultaba un espejismo, un silencio a gritos que no había aprendido a acallar con palabras, pero que si aprendió a disimularlo bajo una mascara de indiferencia. 

Pasó toda su niñez entre libros, tutores y soledad. Al termino de sus lecciones, cuando el sol se escondía en el horizonte y la luna lo visitaba en sus aposentos. El doncel buscaba conciliar el sueño mientras les contaba a sus padres todo lo aprendido durante el día. No podía oír sus voces, tampoco podía sentir sus tactos, pero su luces y calidez, ardían en cada rincón de su habitación. En su inocente fe, Seokjin creía que si cerraba los ojos y les hablaba, ellos podrían oírlo desde cualquier lugar que estuviesen y así siguió por muchos años.

Ahora, mientras contemplaba el alba pintar las delgadas cortinas de seda y una típula nocturna de largas patas desgarbadas, subir y bajar por el cristal de su ventana. Seokjin quería gritar a sus padres como mitigar el sentimiento desconsolado que apretujaba su pecho. 

Durante la noche, había sido amado, pero también había sido destrozado.

De Namjoon conoció el sabor de su boca, su toque terciopelo, su éxtasis aclamado en odas liricas de la cúspide de su placer. Seokjin, ingenio y sumiso, acepto todo lo entregado. 

Y lo amo. ¡Tan malditamente lo amo! 

Pero esos besos, esos suspiros y ese deseo desenfrenado, no fueron de él. Nunca fueron de él.  

Namjoon amo a Jungkook en el cuerpo de Seokjin. 

Y dolia, dolía mucho.    

¿Era Jungkook su primer amor?

Seguro que si.

Tan sumido estaba en su turbada mente, que no noto que el cuerpo a su lado comenzaba a despertar. Dándole la espalda, cerró lo ojos y apaciguo su respiración, mostrándose dormido. Seokjin sintió un escalofrió recorrer su espalda desnuda, cuando la calidez de Namjoon abandono las sabanas. El ruido de una cremallera cerrarse, los pasos chirriantes de la suela de unos zapatos y la puerta cerrarse, fue lo ultimo que escucho de su esposo al abandonar su habitación. 

Estirando las sabanas sobre su cabeza, intento mermar el frio de su corazón. La cristalina corriente de su desolación, lo arrojó en un llanto tan lastimero, que el colibrí visitante de sus mañanas no canto sobre el alféizar de su ventana.  

—Buenos días, Seokjin —saludo Jimin, con su típica expresión brillante—

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—Buenos días, Seokjin —saludo Jimin, con su típica expresión brillante—. Si no te molesta, mande a preparar tu puesto en la mesa.

Seokjin negó y se sentó en el lugar designado. La incomodidad en su espalda baja, le hizo fruncir levemente el ceño y tragarse un gemido de dolor. Al levantar la mirada, sintió sus temores materializarse. Del umbral de la puerta, ingreso Namjoon ataviado en un traje impecable. 

EL LLANTO DEL COLIBRI (Namjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora