1. ¡YA NO LE PEGUES MÁS!

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NARRA SUSY

—¡YA NO LE PEGUES MÁS! ¡Mamá! —le grité a mi papá al ver que estaba golpeando a mi madre una vez más.

—¡Susy ve a tu habitación y protege a tus hermanos, cariño! —me gritó mi madre en mandarín tradicional, su lengua natal. Ella nos enseñó a mis hermanos y a mí desde que éramos muy pequeños a hablar ambos idiomas. Antes que pudiera voltearme y correr hacia la habitación. Sentí la áspera y fuerte mano de mi padre, jalarme y tomarme fuertemente del cabello.

—¿Qué demonios le has dicho? ¿Si sabes lo que me hierve la sangre que les hables en ese idioma para qué lo haces? ¿Solo para que no sepa que es lo que les dices? Este será tu castigo hoy —sentí su mano, golpear mi rostro varias veces, mis mejillas dolían mucho, lo único que podía hacer era apretar mis ojos porque si lloraba los golpes iban a ser peor. Sentía la lucha de los brazos de mi madre por zafarme del agarre que mi padre tenía en mi cabello.

—¡SUÉLTALA! ¡Es una niña, por favor! ¡Ya déjala! No le pegues más. ¿Cómo puedes hacerle esto a tu propia hija? ¡Maldito infeliz! Solo tiene 11 años ¡DEJALA! —Los gritos de mi madre eran lo único que escuchaba a lo lejano. Hasta que sentí un fuerte golpe en mi cabeza y todo se volvió negro.

—Señora, si usted vuelve a permitir que esto pase de nuevo, me veré obligada a llamar a servicios sociales. Entiendo su situación y no entiendo por qué no busca ayuda. Hay muchas organizaciones o casas hogares donde usted puede ir con sus hijos, esta vez la golpeó, ¿Se imagina lo que le puede hacer después? —escucho que la doctora le dijo a mi mamá. Me dolía mucho mi carita y mi cabeza.

—Mamá —dije llamando su atención.

—Mi precioso ángel. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Perdóname, mi amor. Perdóname, si no te hubiera hablado en otro idioma, él no te hubiera pegado. Te pegó por mi culpa. Perdóname —me pedía arrodillada en el frío suelo. No sabía qué decir ni que hacer, me dolía mucho la cabeza para verla hacia el lado donde estaba. Lo único que pude hacer fue llorar, me dolía mucho ver a mi madre haciendo eso, sintiéndose así, por cosas que no hizo ella, sino mi padre. Había muchas cosas en mi cabeza, principalmente no entendía por qué mi padre nos trataba así desde que venimos aquí.

Antes vivíamos en una enorme casa de color gris, una puerta de color rojo, con un bello jardín. Mi madre nos llevaba a la escuela, nos preparaba nuestros alimentos, y nos leía cuentos antes de dormir. Todo eso cambió cuando nos mudamos aquí a Béjar, España. Llegamos a una pequeña casa donde solo había dos habitaciones y no tenía muchas ventanas. Mi padre peleaba mucho con mi madre, primero solo eran gritos y puertas tirándose, luego todo fue escalando, en especial para mi papá días llegaba y días no llegaba a la casa y cuando lo hacía esperaba por comida y mi madre no tenía ni para darnos a nosotros. Ella siempre se mantuvo cuidando de nosotros, nunca la vi trabajar en otro lugar que no fuera en su jardín de rosas, o en la cocina. Los tiempos cambian y yo ya estaba dejando de ser una niña. Ya no quería esto para mi madre y mucho menos para mis hermanos.

Jugaste y sufríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora