Capitulo Especial: Mi manera de querer

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OJO si llegaste acá antes de leer el capitulo 35 andá a leerlo porque no vas a entender nada (sí, hoy subí dos capitulos)

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Los árboles pasaban lentamente a medida que el auto avanzaba a través del sendero dorado por el atardecer y verde por la incipiente primavera. Sus copas llenas de nuevas hojas se balanceaban con el viento de la tormenta que se acercaba, haciendo un baile tranquilo que dejaba caer algunas en el camino.

Alrededor, el campo explotaba de vida, parecía que una gran lata de pintura se había volcado pintando todo de amarillo. La colza estaba en flor dándole un toque mágico a la llanura interminable, su color refulgente invitando a los ojos a permanecer ahí, absorbiendo la belleza.

Era un paisaje precioso, digno de un cuadro, pero Gloria prefería contemplar otro tipo de arte, más cercano, más cálido, más suyo.

A su lado Lionel conducía con una mano sobre el volante y la otra sobre ella, encaprichado en tocar su rodilla como si temiera que ella se bajara de ese auto en cualquier momento. El sol en el horizonte hacía brillar sus pestañas pintadas de oro, y su sonrisa blanca y relajada quedaba perfectamente enmarcada en el gris tormentoso del cielo, que iba cubriéndose lentamente apagando los últimos resabios del día.

Aquel campo y aquel sendero tan natural y calmo había permanecido en algunas de sus pesadillas, al igual que la casa que esperaba al final del camino. A veces soñaba con un viaje así, un regreso a esa tranquilidad que se veía truncado por cosas que ella vivió y que le tocaba volver a vivir en sueños.

Pero no se bajaría del auto, porque estaba anclada allí por la mano de Lionel sobre su rodilla, y porque contrariamente al pánico que sentía en esas pesadillas, ahora no estaba asustada ni temerosa. Estaba segura, porque nada la amenazaba, ninguna persona o rumor, ningún grito o golpe.

Estaba en paz con ella misma, con su decisión, y con la persona que a su lado seguía sonriendo con la misma paz y seguridad, estacionando frente a la casa y girándose para mirarla con ojos interrogantes, mientras dos o tres gotas se estrellaban contra el techo del auto.

-Llegamos -anunció, como si ella no se hubiera dado cuenta.

-Sí -afirmó, como si necesitara hacerlo.

Se quedaron callados, solo mirándose, porque en el viaje ya habían hablado mucho, prácticamente de cosas sin importancia por miedo al silencio.

Pero ahora estaban solos, verdaderamente solos y seguros, así que el silencio no molestaba porque podían comunicarse mejor mirándose. Y lo que ella notaba en los ojos de él era algo extraordinario: veía amor. Y estaba segura de que él contemplaría lo mismo.

-Te extrañé -soltó ella de repente, cuando la magnitud de lo que estaba viendo se hizo demasiado y tuvo que bajar los ojos. Las palabras habían subido desde el corazón por la garganta, amontonándose y saliendo como una estampida que los sorprendió a ambos.

Lionel tomó una de sus manos, acarició la palma con el pulgar, subió un poco por la muñeca, en un gesto suave y delicado que sin embargo a ella le cortó la respiración. Se tomó el tiempo de acariciar, de mirar su mano tosca y callosa que sin embargo estaba poblada por las finas venas que seguramente tenía una princesa. Lo hizo en silencio, pensando, y ella no se atrevió a decir una palabra más porque no quería interrumpir esos pensamientos y porque estaba sintiendo algo distinto mientras él seguía concentrado en mirar su mano, tocándola apenas.

Cuando volvió sus ojos a ella, Gloria tragó saliva. Era abrumador darse cuenta que la nueva sensación que le corría por el cuerpo era la de saberse adorada.

Amor y GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora