Capitulo 47: Crecer

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El pasto se veía absolutamente blanco bajo los primeros rayos del sol tardío y una leve brisa punzante se metía entre las capas de ropa, calando los huesos. Eran las ocho de la mañana y hacía tanto frío que el aliento se congelaba como ese pasto quemado por la helada.

Si se quedaba quieta podía sentir cómo uno a uno sus dedos se iban entumeciendo, así que daba saltitos o pasitos cortos en un radio de pocos centímetros, sacando las manos de los bolsillos solamente para tironear del gorro y proteger un poco más a las orejas.

Pasó muchas mañanas gélidas en el predio de AFA, pero nunca una tan fría como esa. Quizás era porque realmente estaban en medio de una ola polar, o quizás era porque tenía tanto frío y miedo por dentro que bajaba aún más la temperatura.

Lo cierto es que mientras miraba cómo la mañana todavía se desperezaba, en su cabeza iban reproduciéndose muchas películas distintas y todas de terror. No estaba bueno volver a trabajar ahí, ver a gente que no le caía bien, estar a cargo de cosas que desconocía, y saberse observada a cada paso y gesto para ser atrapada ante el más mínimo error. Era como poner la cabeza bajo la guillotina y esperar a que en cualquier momento cayera.

Se quedó quieta un segundo en ese estacionamiento, la puerta del edificio frente a ella se abrió pero no apareció Lionel sino que salió un muchacho con una escoba y se puso a barrer. Lo miró con atención, ella en unos minutos sería jefa de ese chico.

Sintió más frío, y retorcijones en la panza, y ganas de correr y desaparecer.

Todo por culpa de Lionel, o gracias a él. Todavía no estaba muy segura de qué sentir al respecto.

Cualquier cosa que pasara podía usarse en su contra y a eso estaba acostumbrada, el problema era que cualquier cosa sería usada también contra Lionel. Y no sería muy raro que en pocos días se viera a sí misma otra vez en la televisión, siendo destrozada con el título de "la nueva integrante del club de amigos de la AFA".

-Uh yo me voy a la mierda, chau -dio media vuelta pero ni alcanzó a dar un paso que enseguida oyó esa voz.

-Boluda te dije que esperaras en el auto, te estás cagando de frío al pedo.

Cerró los ojos sabiendo que ya no tenía escapatoria y se dio vuelta despacio tratando de poner la carita de chica buena que pudo.

Había algo hermoso de Lionel y era su sonrisa, y mucho más cuando esa sonrisa brillaba bajo el sol, y mucho más todavía cuando esa sonrisa brillaba bajo el sol de la mañana. Tenía algo especial y misterioso, distinta de sus demás sonrisas, una especie de hechizo que hacía que Gloria olvidara hasta de cómo se llamaba.

Así que por supuesto se olvidó de su incomodidad y del lugar donde estaba parada y se quedó mirándolo estática sin decir nada, silencio que él aprovechó.

-Todo listo. Ahí dijo el Chiqui que entres nomás y empieces.

A ella no le hacía falta preguntar y a él no le hacía falta explicar porqué a las ocho de la mañana de un lunes el señor Chiqui Tapia ya estaba en su puesto de trabajo. Ambos sabían, gracias a su experiencia, que el presidente no estaba a esas horas porque era la imagen de la responsabilidad, sino porque se había quedado a dormir después de una noche -o dos- de joda en el predio.

Lo cual también lo hacía vulnerable a cualquier cosa, en este caso a Lionel que ya lo tenía convencido totalmente de la presencia de Gloria nuevamente allí.

-¿Por qué no entraste, bola? Estás muerta de frío -pasó las manos por sus brazos en un intento de darle calor-. Entrá, que está más muerto que vivo. Te firma esos papeles y ya está, te vas a tu nuevo trabajo.

Amor y GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora