La mayor parte de sus días odiaba despertarse. No era porque sus sueños fueran apacibles, de hecho casi nunca los recordaba. Tampoco porque amara dormir, realmente le daba igual.
Despertar implicaba entrar en una realidad que no le gustaba. Era abrir los ojos a una mañana que sólo podía augurar frío o calor, y manos húmedas, sudor en la frente, y pies hinchados. Estar despierta significaba estar parada frente a la vida que casi nunca le sonreía y con la que luchaba día a día perdiendo la batalla.
Lo hacía cada vez que sonaba el despertador o la luz le molestaba en los ojos, pero lo hacía porque no tenía más opción y porque sucumbir al peso de su cuerpo, aunque fuera una sola vez, haría que jamás volviera a levantar la cabeza. Así que despertar era la confirmación de que todo estaba igual y que las mañanas vestían un cielo nublado por más que el sol brillara.
Pero el sol cambió por otro sol, uno que era más potente porque podía espantar a esas nubes grises que espesaban sus despertares.
O tal vez estaba siendo demasiado sentimental y poética solamente para describir que ese día fue él, ese sol, quien se despertó antes que ella y que intentaba levantarla de la cama cuando ella al fin cedió al peso de su cuerpo para dormir un poco más porque quería y podía.
-¡Dejá de joder!
Adormilada pudo escuchar la risa mientras ella se tapaba la cabeza con la almohada. Sintió los dedos largos clavándose en sus costillas y pateó con furia para alejarlo.
-¡Gloria es re tarde!
-¡Uh sí, tarde para vos, son las siete de la mañana seguro!
Más risa otra vez y después la caricia suave en su espalda y las manos dulces retirándole la almohada.
-Gloria.
Un escalofrío le recorrió la columna, no porque estuviera fresco, de hecho sentía un poco de calor. Pero su nombre en esa voz ronca sonaba a lo que describía, a gloria, y entonces la idea de seguir durmiendo fue aún más tentadora.
-En serio es muy tarde, bonita -hubo un beso en su oreja, y después los grandes brazos acercándola y abrazándola y dejando besos esparcidos en su hombro.
-Ya sé que querés seguir durmiendo, y perdoname, pero tenemos que irnos.
Odiaba parecer una nena caprichosa pero a veces no tenía opción así que se quejó como una.
-No quiero -en su abrazo se giró para verlo aunque no abrió los ojos, quería estirar lo más posible el tiempo para dormir.
Lionel besó la punta de su nariz y ella pensó que se detendría allí, pero siguió por su boca, sus párpados, sus sienes, todo muy lento. Sus despertares siempre fueron odiosos y casi violentos con los sonidos de los diferentes despertadores y alarmas que usó toda su vida, pero por primera vez era cuidada al despertarse. Alguien se estaba tomando el trabajo de que abrir los ojos no fuera tan traumático.
-Uhh mirá las lagañas que tenés -le hizo gracia el comentario y estuvo a punto de abrir los ojos pero dos pulgares suaves se encargaron de limpiar sus párpados antes de soplarlos leventemente.
-Arriba bella durmiente.
Entreabrió los ojos y volvió a quejarse pero suspiró al sentir el abrazo hacerse más firme.
-Buen día -saludó con la voz casi totalmente tomada y fue una bendición que lo primero que viera fuera esa sonrisa contagiosa.
-Buen día señorita Gómez. ¿Durmió bien?
-Ay sí -estiró un brazo por sobre su cabeza, sintió que el cuello le hizo ruido y se quejó-. Muy bien. Tuve un poco de frío pero te abracé porque sos como un hornito humano y se me pasó.
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Amor y Gloria
RomanceGloria, una chica muy trabajadora, consigue un puesto como empleada de limpieza en la AFA y allí conoce al nuevo DT de la Selección, Lionel Scaloni.