Capitulo 20: Que no quede huella

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-¡Abrí Gloria la puta que te parió!

Sobresaltada por los golpes en la puerta y los gritos de Romina, Gloria se levantó, tropezando. Era tarde, más de las 12 de la noche y ella hacía rato que dormía cuando el bochinche comenzó. La noche era inusualmente fría y ventosa y tembló mientras caminaba descalza.

Ni bien destrabó la puerta, su vecina entró como tromba dándole un empujón que casi la hace caer. Nublada aún por el sueño y sin comprender nada, Gloria se sostuvo de la mesa de la cocina.

-Romi, ¿qué te pasa? -logró articular, pensando que quizás su vecina estaba borracha o algo muy grave le estaba sucediendo. Jamás la había visto así, Romina podía ser muchas cosas pero nunca violenta.

-¡Vos hablaste! -la señaló con un dedo acusador y Gloria comprendió todavía menos.

-¿Eh?

-Al Pipi le metieron un tiro, vos hablaste, estoy segura, eras la única que sabía y que no se quiso prender.

Ahí entendió todo: estaba hablando del robo que el Pipi quería hacer en la mansión donde ella trabajó por pocas semanas. Recordó cómo él la había amenazado cuando ella se negó.

Ahora la noche se volvió más negra a su alrededor y tragó saliva, buscando algo que decir. Se sentía mareada por la actitud de Romina, pero trató de hablar despacio, para calmar a su vecina y a sí misma.

-¿Romina a vos te parece que yo puedo decir algo? ¿A quién?

-¡No sé, pero esos tipos sabían!

-¡Pero si yo no laburé más ahí! -gritó-. ¿Cómo mierda les voy a decir, además jamás conocí a los dueños de esa casa! ¡Y que se joda el pelotudo ese por querer hacerse el vivo, si sabía que los otros son re pesados!

-¡Se murió! -gritó Romina a pocos milímetros de su cara.

Gloria tembló. Una cosa era que le hubieran dado un tiro en cualquier parte del cuerpo y que solo estuviera herido. Otra, muy distinta, era que estuviera muerto. El Pipi no era santo de su devoción pero tampoco lo odiaba como para querer que terminara así. Y además ahora ella podía tener consecuencias peores. No tenía nada que ver, pero eso poco parecía importarle a Romina y llegado el caso a cualquiera de todos los otros que estaban metidos en el mismo lío.

-Romina yo no tengo nada que ver -dijo de manera calmada-. Yo no quise meterme en esa. Y no volví a trabajar ahí, ni le conté a nadie. Ni mi hermano sabe. El Pipi me lo propuso, le dije que no y eso fue todo.

-Devolveme la plata que me debés -fue la respuesta con una amenaza calma, de su vecina. Como Gloria no dijo nada, enseguida se alteró-. ¡Devolveme la plata, Gloria, que me tengo que ir a la mierda sino me van a cagar a tiros a mí también!

-Romina no cobré todavía. A fin de mes te pago todo.

-¡No puedo esperar a fin de mes, pelotuda!

-¡Pero no tengo ahora, che! ¿Y por qué te tenés que ir?

Romina, sin previo aviso y dejándola completamente shockeada, agarró a Gloria del cuello, tomándola con una sola mano.

-Porque le sacaron todo al Pipi, tienen el teléfono, tienen todo y ya saben quiénes somos los que quisimos afanar ahí. ¿Ahora entendés, pelotudita? -la soltó, empujándola. Gloria tosió, levantó una mano para poder defenderse porque veía que Romina la quería agarrar otra vez.

-¡¿Qué hacés loca de mierda?! ¡Qué la tocás a mi hermana! -la voz de Felipe la sobresaltó, y vio cómo él, ahora ya bastante más alto que ellas dos, se interponía en el camino de Romina y la agarraba de un brazo.

Amor y GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora