Capitulo 44: Amar es cuidar

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-Tenemos un problema de pareja.

Lionel dejó en el aire sus manos al tratar por segunda vez de atar el cinturón de Noah, y la miró.

-¿Y yo qué hice ahora?

Gloria apretó los labios para no reír por la cara de desconcierto de su novio. O mejor aún, prometido. Se sentía en una película cursi y yankee, o en una telenovela cursi y mexicana. Pero era lindo llamarlo así en su mente, sobre todo cuando todavía se daba el lujo de tener el anillo en su dedo, refulgiendo bajo el implacable sol del verano. Pronto se lo debería sacar, el cloro y el detergente no perdonaban a las joyas de una reina, y aunque se sentía como tal estaba consciente de que en realidad no lo era.

-Nosotros no, bobi -dijo al fin poniendo término al sufrimiento que Lionel mostraba mientras la miraba sin entender.

Con el mentón señaló a Felipe, que pateaba una piedrita en el estacionamiento de la YPF en la que pararon para cargar nafta y comer algo.

Hacía doscientos kilómetros que habían salido de Pujato para Buenos Aires, con las vacaciones lamentablemente terminando y las horas poniendo rumbo hacia la inevitable rutina. Después de dejar a Corina y su novio allí y despedirse de los sorprendidos familiares de Lionel que no podían creer que se fuera a casar otra vez, habían partido. Todo fue risas y un poco de lágrimas de parte de ella, primero porque se acababan sus días libres, segundo porque no podía creer lo que estaba pasando en su vida, y tercero porque extrañaría a todas esas personas que ya eran su familia.

Eso era lo que más la impactaba, que ahora había una familia. Y si bien siempre tuvo una y muy pequeña, esta era más grande, con muchas personas que amaban a Lionel y por derivación la querían a ella. Lo sabía, era muy evidente porque todos sus miembros eran transparentes y en su tranquilidad de campo se les notaba muy bien qué les gustaba y qué no. Ella estaba entrenada en ver esas cosas, y todo apuntaba a que la querían o al menos la aceptaban muy bien, y además lo mismo pasaba con su hermano y su novia.

Ante todo eso era imposible no emocionarse y tener esperanzas en el futuro que pintaba tan claro como esa tarde de enero.

Pero siempre había algún nubarrón gris, y uno se posó sobre la camioneta en la que viajaban todos amontonados. Y aunque Noah no paraba de hablar de unos canguros que insistía en que iba a ver en la provincia de Buenos Aires, y mientras Ian jugaba con su celular o preguntaba por cosas que veía en la ruta, Gloria no fue ajena a que Felipe y Martina no emitían una palabra ni entre ellos ni para con los demás.

Desde que dejaron el último pedazo de Pujato hasta estacionarse en esa YPF, habían permanecido mudos. La situación continuó igual mientras comían, y aunque la preocupaba también le causaba un poco de gracia que su hermano estuviera metido en ese tipo de problemas porque para ella seguía siendo un nene chiquito, el mismo que se largó a llorar de alegría cuando le contó porqué llevaba un lindo anillo en el dedo. Y el mismo que la hizo llorar de alegría a ella cuando le contestó que ya lo sabía todo porque Lionel había hablado con él "para pedir su mano".

Ese chico chiquito que ella adoraba y al que le aseguró que jamás lo dejaría ahora necesitaba de ayuda porque al parecer, su corazón estaba un poco roto como la piedrita que seguía pateando y pateando en soledad.

Miró a Lionel en busca de alguna respuesta, pero él sólo miró a Felipe, después a ella, y se encogió de hombros.

-Se pilió con Martina -aclaró Noah, que esperaba pacientemente a que su padre aprendiera de una vez a ponerle el cinturón de su sillita de viaje.

-¿Y vos cómo sabés eso? -Lionel lo miró con las manos en la cintura y una sonrisa divertida. Su hijo aprovechó para armarse de una miradita misteriosa mientras se ponía una mano en el mentón.

Amor y GloriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora