IX

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Pasaron dos semanas mágicas con Roier. Cada día fue una aventura, cada momento una oportunidad para profundizar nuestra conexión. Salíamos a comer en restaurantes elegantes, bailábamos bajo las luces de la ciudad, cantábamos en karaokes hasta altas horas de la noche. Todo parecía perfecto.

Pero, como una sombra que se cierne sobre la felicidad, la realidad nos alcanzó. Roier ya tenía que regresar a Monterrey por su trabajo, ahí tenía su vida. La fecha de su partida se acercaba, y mi corazón se pesaba con la ansiedad.

No quería aceptar que nuestra vida juntos, aunque fugaz, llegara a su fin. No quería imaginar los días sin su sonrisa, sin su abrazo, sin su voz suave en mi oído.

Me senté en la cama, con Roier a mi lado, y limpié mis lágrimas. La idea de separarnos me dolía demasiado.

—Amor, no quiero alejarme de ti —le dije, mi voz estaba temblando.

Roier me miró serio.

—¿Quieres venir a vivir conmigo?— soltó de repente.

Me quedé sin aliento. No esperaba esa pregunta. Miré sus ojos, buscando una señal de que estaba bromeando, pero su rostro estaba completamente serio.

—¿Qué? —tartamudeé—. ¿Vivir contigo?

Roier asintió.

—Sí, T/N. Quiero que estés conmigo. En Monterrey. En mi casa.

Mi mente se llenó de pensamientos contradictorios. ¿Dejar mi familia? ¿Dejar mi vida aquí? Pero entonces, miré a Roier y supe que no había opción.

—No te preocupes, si no quieres está bien. Yo lo entiendo —dijo, triste.

Pero yo ya había tomado la decisión.

—Sí —dije, sin pensarlo dos veces—. Me voy contigo.

Roier sonrió, y me besó con pasión. Me sentí flotando en sus brazos.

—Ahora solo queda hablarlo con tu familia —dijo, separándose de mí.

Asentí, sabiendo que esa conversación no sería fácil.

Bajamos del cuarto, un poco nerviosos y nos encontramos con mis papás y mi hermano Aldo en la sala. Aldo nos miraba con una expresión seria, como si ya sospechara lo que íbamos a decir.

—Hola, buenos días —dijo Aldo, con una voz llena de curiosidad.

—Hola familia —dije, un poco nerviosa.

Mi mamá se levantó del sofá y me abrazó.

—Hola mi amor, ¿qué pasó? —preguntó, con una sonrisa.

Yo y Roier intercambiamos una mirada nerviosa.

—Yo y Roier tenemos algo que decirles —dije, tomando aire.

Mi papá se levantó del sillón, con una expresión de sorpresa.

—No me digan que voy a ser abuelo —dijo, asustado.

Todos reímos.

—Es muy pronto papá, todavía somos demasiado jóvenes —dije, sonriendo.

Aldo se inclinó hacia adelante, con una voz llena de curiosidad.

—Es lo que sospecho, ¿verdad?

Roier y yo nos miramos, cómplices, luego volvimos hacia mi familia.

—Pues miren, queremos vivir juntos —dije, con determinación—. Ya lo platicamos, y me voy a ir con Roier a Monterrey.

Mi familia se miró entre sí, con expresiones de sorpresa y preocupación. Mi estómago se revolvió, pero me sentí segura con Roier a mi lado, abrazándome.

La familia que siempre soñé | ROIER Y T/N <3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora