Q U I N C E

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Cosas que pasan en los centros comerciales II


—Es el fin...

—Pero ¿qué dices?

—No pienso salir ahí fuera.

—Hazlo o te piso.

— ¿Y? Estos no son mis zapatos italianos, sino los del gordo ese.

Jimin se cruzó de brazos y enarcó las cejas. Reprimió una sonora carcajada tras mirar nuevamente a Taehyung de arriba abajo. Una pesada cortina de color azul marino les separaba del público, que, anclado en aquel centro comercial, esperaba anhelante el espectáculo asiendo con fuerza las manos de sus hijos.

—No te burles del sobrepeso de Papá Noel —le reprochó Jimin—, o al menos intenta no hacerlo delante de los nanos.

—¿Nanos? ¡Ni siquiera sabes hablar! Son niños. Niños cagados, niños meados, niños llenos de mocos verdes...

—Como no salgas al escenario de una vez por todas, comenzarán a pensar que no somos trigo limpio y llamarán a seguridad.

—Bien. —Taehyung paseó sus dedos por la larga barba blanca postiza que surcaba su rostro aniñado—. Pero antes prométeme que no te separarás de mí pase lo que pase.

—Tranquilo, pienso convertirme en tu sombra.

Taehyung suspiró y arqueó los hombros en un vano intento de relajarse.

—Creo que esta es la situación más escalofriante por la que he tenido que pasar. —Se llevó las manos a la cabeza y retorció entre sus dedos algunos de los rubios mechones que caían alborotados por su frente.

—Basta de cháchara. Mi paciencia tiene un límite, y da la casualidad de que acabo de toparme con él.

Jimin cogió aire y, sin pensárselo demasiado, descorrió la cortina azul. La sangre abandonó al instante el rostro de Taehyung, dándole un tono aún más pálido a su piel; sintió que le temblaban las piernas y reaccionó a tiempo dedicándole a Jimin una mirada asesina.

Frente a ellos se extendía una cola infinita de padres agitados acompañados de sus inseparables vástagos. Taehyung hizo un último esfuerzo, procurando no desfallecer. Jimin, satisfecho por el mal trago que estaba pasando Taehyung, sonrió ampliamente antes de darle un empujoncito para sentarlo en el trono de Papá Noel.

—Mira, la silla te va como anillo al dedo —le susurró al oído, acariciando el recargado pasamanos de brillante color dorado y adornado con falsas gemas rojizas.

—Dime que todos esos pequeños diablos no se van a sentar sobre mis rodillas... ¿Es que quieres que me quede cojo?

—Calla, ahora tienes que fingir. ¡Vamos, sonríe!

蝙蝠之吻 [ VMin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora