10.-

45 8 0
                                    

Kenny

Ayer por la tarde decidí visitar a Leo, pero pensé que sus padres podrían estar en casa y no querrían que un vagabundo entre. Así que me asomé por su ventana.

Me caí intentando subir. Mientras me levantaba de mi estúpida caída pude escuchar un grito desde la habitación de Leo. Traté de volver a subir rápidamente pero fue inútil, estaba tan nervioso que volví a resbalar entre las ramas del árbol al lado de la ventana. Los gritos se hacían más y más fuertes, estaba desesperado por llegar ahí arriba.
Cuando logré subir no ví a Leo, si no hasta que bajé mi vista al suelo, dónde se encontraba en el suelo rodeado de sangre esparcida por todos lados.

Ya me da igual lo que digan. Sigan si quieren, ya decidí que me voy a morir pronto.

— ¿Qué?

— Ya me tienen cansado. Solo cállense ya, no las soporto más. Cállense.

Estaba alucinando, o talvez confundido. No estoy seguro.
Estoy en la sala de espera junto a los padres de Leo, los cuales no han dicho una sola palabra desde que busque ayuda a grito para llevar el cuerpo inconsciente de Butters.
Algunos doctores pasan, entran y salen de la habitación pero ninguno nos dirige la palabra. Se siente como si fuéramos invisibles aquí, tan pequeños e insignificantes en un lugar lleno de caos.

— Familiares de Leopold Stotch.

— Aquí doctor. ¿Se encuentra mi hijo bien? — El primero en levantarse fue el padre de butters

— Su hijo está bien. Hemos suturado sus heridas y detuvimos el sangrado. El joven pudo perder movilidad debido a la profundidad de sus heridas pero por suerte no pasó a mayores.

— Eso quiere decir ...

— Su hijo se recuperará señora. Pero necesita estar en reposo absoluto y en compañía. Si algo está claro es que su hijo sufrió un cuadro depresivo fuerte. En un rato un psiquiatra vendrá a evaluarlo.

— Entiendo... Muchas gracias doctor.

Me quedé en silencio escuchando al doctor. Era algo de esperar, después de leer las notas de Leo no me sorprende que esto haya sido resultado de la depresión, mi pregunta es. Que sucedió para que hiciera esto.
Ví una enfermera salir de la habitación de Leo con unos papeles en manos. Se acercó a nosotros y nos dió una sonrisa y habló.

— Está consciente.

— Gracias a Dios ¿Podemos pasar a verlo?

— La joven Marjorine me ha pedido que no los deje pasar. — Marjorine, ese nombre de cuando éramos peques. Una tontería, pero le queda tan bien como cualquier otro nombre.

— ¿Qué? Se debe haber equivocado de paciente.

— Verá señor. La jovencita Stotch se encuentra inmóvil, sus palabras fueron "no quiero que ese infeliz entre aquí" lo lamento, pero es una paciente de revisión psiquiátrica, lo mejor será que esperen.

— Disculpe que me meta señorita. ¿No sería mejor que tenga compañía? Soy un amigo suyo¿Podría informarle que estoy aquí? Kenneth Mccormick. — Me levanté de mi lugar y hablé con voz suave, esperando esto convenciera a la mujer.

— Está bien, deme un momento para consultar al médico.

Se marchó en dirección a una habitación pequeña a la cual ví que llevaban unos expedientes. Me volví a sentar, sintiendo la mirada del señor Stotch clavada en mí.

— Maldito homosexual. Seguro tú le metiste esas cosas a mi Leopold en la cabeza.

— ¿Disculpe? No soy gay, tampoco homofóbico, pero no me parece que sea una forma agradable de tratar al amigo más cercano de su hijo.

— Butters era normal. Algo le hicieron.

— Butters es normal, que quiera sef una chica no lo hace malo. El que debería cuestionar lo que hace es usted. Debería apoyar a su hija en un momento como este.

Iba a responderme cuando la enfermera tocó mi hombro dándome una sonrisa. Asintió y me apuntó con una libreta hacia la habitación de Marjorine.

— Puede pasar, joven.

— Muchas gracias.

Me levanté sin mirar atrás. Sabía que me observaba, puedo sentir el odio seguirme tras cada paso que doy. Entre en la habitación y me encontré con Marjo con la mitad del cuerpo vendado y el rostro apagado.
Me miró y sonrió con debilidad. Sus ojos se llenaban de lágrimas cada vez que pestañeaba.
Me acerqué a su camilla y me senté en uno de los taburetes cercanos. Tomé su mano con cuidado, la sentía tan frágil que me daba miedo agarrarla y destrozarla en Miles de pedacitos.

— Te vas a mejorar, Marjo.

— por.. porqué m-me s-sa-sa-

— ¿Porqué lo hice? Porque no quiero quedarme solo. Eres mi única amiga, Marjorine. No podía dejar que terminarás así.

— ... Gracias.





Azul Mar. - KenjorineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora