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Marjorine

No sé cuánto tiempo llevo acostada en esta camilla de hospital. Durante la última semana estuve llorando y suplicando a la enfermera que no permitiera la pasada a mis padres. Pero después de casi dos semanas me advirtieron que es necesario, ya que pronto me darán de alta, y talvez me metan en un hospital psiquiátrico. Dentro de un rato una psicóloga vendrá a evaluar mi estado, y he pedido a Kenny que viniera para ayudarme. Normalmente no permiten acompañantes, pero pedí permiso a la misma psicóloga y está acepto con la condición de que él no entorpeciera la sesión.

Acababa de llegar mi almuerzo, y junto a el la melena rubia de mi amigo. Sonreí con cansancio al ver cómo se acercaba, hoy se veía un poco más tranquilo de lo normal, me pregunto que será de todo allá afuera. Desde que estoy en este lugar los días parecen no cambiar ni avanzar, solo es como si encendieran y apagaran una luz la cual indica el paso del interminable tiempo. Uno de mis brazos todavía duele y no he podido recuperar la movilidad total por los puntos que me colocaron en la herida, es algo molesta y pica un montón, pero no puedo hacer nada al respecto

— Veo que estás con pocos ánimos.

— Creo que... No quiero salir de aquí. Por lo menos aquí tengo paz, sabes.

— Se que es difícil cuando tus padres son como son... Pero tienes que seguir adelante, ya no eres un niño pequeño del cuál todos abusaban, debes abrir tus propios caminos a la superación

— Wow, suenas muy sabio, Kenn

Reí al sentir cómo el ambiente se volvía menos espeso con la presencia de Kenneth ahí. Él ha estado conmigo durante todo mi proceso de recuperación, sin importar que. Hace unos días tuve un problema estomacal tras la noticia de que tendría visita de mis padres, y como me negué a qué los llamaran solo obtuvieron el contacto de Karen. Kenny llegó a mitad de la madrugada a hacerme compañía mientras me volvían a colocar sondas y vomitaba lo poco y nada que comía.

— La psicóloga viene en una hora ¿Cómo te sientes al respecto?

— ... Tengo miedo de que me internen.

— No quieres eso ¿Verdad?

— No... No quiero alejarme de tí... Estar en un lugar con gente con verdaderos problemas.

— Hmm... Dejemos los temas profundos para la psicóloga. Debes comer para tener energía luego.

Kenny se va negado a hablarme de su vida privada desde que llegué al hospital, con la excusa de que no es realmente relevante ahora mismo. Comí lo más que mi estómago y garganta me permitieron, ya que había perdido la costumbre de consumir alimentos sólidos por las sondas. Una vez acabé Kenny retiró mi bandeja y la llevó dónde las enfermeras, siempre lo hace a pesar de que no sea necesario. Aunque las enfermeras lo aman... Y quién no, si es un amor.

Dos minutos después entró una mujer de cabello castaño junto a Kenny. Por lo formal que se veía supuse que era la psicóloga. Me saludó y se sentó a mi lado derecho y Kenn al izquierdo, quedandose totalmente en silencio para prestar atención a la conversación.
Luego de un rato perdí el miedo, me sentía seguro, sostenía la mano de Kenny mientras esté se mantenía apoyado en mi camilla.

— Bien, no tienes obligación a responder la siguiente pregunta Marjorine... ¿Porqué hiciste eso? ¿Querías acabar con tu vida?

— ... Sí. En ese momento quise hacerlo, no estaba pensando más que en la desesperación y tristeza que me causó el momento.

— Es bueno que sepas canalizar el porqué de tus emociones. Dime ¿Crees que sería buena idea internarte?

— ... No lo sé

— ¿No lo sabes o no quieres?

Me quedé en silencio mirando la punta de mis pies los cuales destacaban por las mantas levantadas al borde de la camilla, sentí mis ojos llenarse de lágrimas y escuché como la mujer anotaba en su libreta.

— Si me permite hablar. Hace un rato hablé con Marjorine, y me dijo que no quería ser internada.

— Entiendo. Pronto serás mayor de edad, y no tendrás la obligación de vivir con tus padres ¿Has considerado la independencia?

— No...

— Podemos empezar por ahí.

Azul Mar. - KenjorineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora