Permanecí escondida. La intriga y angustia empezaban a dominarme, no debía permitir que se apoderaran del control de mi cuerpo.
Intenté relajarme, cerré los ojos y me puse a escuchar. Puede que no viera sus rostros, pero notaría sus latidos. La noche era tranquila, debería oírles, pero solo me topé ante un silencio que me aterró.
Habían pasado quince minutos desde que descendieron, no podían haberse ido muy lejos. Daemon nunca abandonaría su arco, su padre se lo regaló a los catorce años al quedar primero en el Torneo del Gran Ocaso. Nunca se iría sin él, no queriendo.
Empecé a alterarme. Mis pensamientos iban a mayor velocidad de la que mi cerebro gastaba en analizarlos, se acumulaban e impedían que pudiera pensar con claridad.
Decidí bajar aunque el suelo no era seguro por la noche. Las bestias que rondaban los bosques ansiaban el maná que un manjar como cualquiera de nosotros podría suministrarle.
"Cualquiera menos Daemon." Me recordé riendo por dentro, sintiéndome un poco culpable nada más pensarlo.
En las ciudades no se adentran. Son criaturas nocturnas y tranquilas. A no ser que invadieran su territorio ellas no invadirán el tuyo. El gran problema era que estábamos en su terreno.
Descendí rápida pero alerta, sosteniendo mi puñal por si fuera necesario utilizarlo nada más posara mis pies en el suelo. Si tenía más de tres segundos antes de que algo o alguien me atacara, los aprovecharía para desenfundar mi espada. Con ella era con lo único que podría sobrevivir.
Cuando me quedaban cinco metros para llegar al suelo fue como si atravesara un portal, un portal que me permitía ver y escuchar. En mis pies, discutiendo se encontraban Aeryn y Daemon.
"Idiota, como no has caído, el escudo de protección que había puesto habrá sido en ambos sentidos al pasar ella para que no me entere. Aún así... ¿qué hacen?" Pensé disimulando lo estúpida que me sentía por no haberlo pensado.
Ambos estaban con los puñales en mano. De una de las dagas de Aeryn goteaba sangre, no conseguía descifrar si con ella había herido a Daemon o si era su propia sangre la que caía desde su brazo hasta la punta de la daga.
⏤Parad, ¿qué se supone que...? ⏤pregunté asombrada.
Con un salto caí al suelo desenfundando mi espada, no para defenderme sino para intimidar. Para hacerles entender que el primero que intentase hacer otra tontería se las vería conmigo.
⏤Hemos acabado, ¿verdad? ⏤preguntó vacilante Daemon.
Guardó sus puñales y se me aproximó, lanzándome una sonrisa pícara acompañada de un ladeo de cabeza y una elevación de los hombros indicando indiferencia.
⏤Sí ⏤murmuró Aeryn apretando el puñal con fuerza, tras ello lo guardó en su espalda.
La sangre era suya, Demon debió herirla durante la discusión. No sabía lo que habrían hablado pero, con sangre fresca en el aire, no era momento de preguntar.
⏤Aeryn, sube tú. Duérmete ⏤le ordenó, se giró mirándome serio⏤. Necesito hablar también un segundo con Ayane. A solas.
Aeryn subió en silencio por el tronco, se agarraba a las primeras ramas comenzando a trepar. Su figura se iba desvaneciendo según ascendía gracias al hechizo que, hacía un instante, me había puesto de los nervios.
⏤Ayane... ⏤me nombró Daemon⏤. Creo que tenemos una conversación pendiente. Ayer no sé en qué pensabas. ¿Por qué has hecho esto? Deja de una vez de defender los actos de tu padre, no te culpes y empieza a solucionarlo todo.
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La Huida De La Reina ✔️ (Completa)
FantasySolo hace falta una mala decisión para condenarte a la destrucción. Un error ya cometido se cobraría con ira y sangre, con magia y muerte. El pueblo de Fera iba a morir por el orgullo y sed de venganza de los reyes. Pero, entre el caos de la guerra...