Gritos, súplicas, lamentos... Voces desgastadas pitaban en mis oídos. Dolor, angustia, desesperación... Sentimientos tan conocidos...
Por más que frotaba el duro suelo con el desgastado trapo, rascando hasta clavar las uñas en la madera que se extendía interminable hacia ambos lados, la sangre que lo manchaba no dejaba de extenderse.
Cubría mis dedos, mis manos y muñecas. Seguía subiendo, bañando mis rodillas. Me golpearon en la espalda y volvieron a reír. Caí al suelo manchando mis mechones y rostro. Sentí dolor, vergüenza, arrepentimiento...
Quise correr, huir, pero no pude. Solo frotaba mientras mis manos estaban cada vez más sumergidas en la sangre, llegando hasta mis codos. Sentía cómo seguía subiendo, ahogándome e impidiendo que respirase.
Solté gritos mudos que sólo se vieron como grandes burbujas de aire que ascendían entre la espesa sangre, que me hundía hacia el fondo mientras observaba cómo las burbujas subían.
Alcé los brazos intentando nadar, patalear, gritar para que alguien me ayudase, pero estaba sola. Sola en una inmensa oscuridad.
Sentí la sangre que se colaba en mis pulmones invadiendo el espacio que el aire debería ocupar. Cerré los ojos, no podía más.
Al abrirlos vi mis manos frotando el interminable suelo de madera que empezaba a cubrirse de más sangre.
Y así, una y otra y otra vez...
Desperté sobresaltada, estaba bañada en sudor, un sudor frío que me hacía tiritar. Mi respiración era casi tan acelerada como mis pulsaciones.
Los demás dormían en sus ramas descansando entre plácidos sueños. Me senté reposando la espalda sobre el tronco central del que salía mi rama, intentando controlar la respiración.
Hundí la cara entre las rodillas abrazándome y ocultando mi tristeza entre los brazos. Aguantando las incontrolables ganas de llorar y gritar.
Siempre la maldita misma pesadilla.
Necesitaba aire, despejarme, estirar las piernas y tranquilizar la mente. El cielo se iluminaba con leves destellos naranjas que hacían visibles las tenues nubes sobre un aún oscuro cielo estrellado. Decidí descender por el tronco tras realizar un par de estiramientos rápidos.
Tras cinco minutos descendiendo me sentí agobiada, necesitaba bajar. Mi pie derecho me falló al ir a apoyar el izquierdo sobre una de las ramas más bajas y, como una idiota, raspé mi basbilla contra el tronco colgando por las manos y soltando un leve quejido.
Conseguí colocar mis pies en otra de las ramas cercanas para volver a equilibrarme y así bajar mejor, a la vez que me culpé por tanta ansia y poco preparamiento para descender.
Froté mi barbilla maldiciendo en voz baja.
⏤Princesa, debías haberte visto ⏤reía Keidan a mis espaldas, acercándose con paso tranquilo.
Me volví con cara de pocos amigos, juntando las cejas y torciendo la boca. Solo consiguiendo que su sonrisa aumentase de tamaño. Apartó los mechones de su rostro peinándose hacia atrás, guardando las manos en sus bolsillos y, con paso juguetón, se acercó.
Me mantuve inmutable, manteniendo una expresión borde con la que pensaba continuar.
⏤Ahora no ⏤protesté al ver como separaba sus labios para seguir chinchándome.
Me aparté hasta sentarme sobre una roca plana y elevada desde la que dejé caer mis pies a la nada. Suspiré echándome hacia atrás, apoyando los codos.
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La Huida De La Reina ✔️ (Completa)
FantasíaSolo hace falta una mala decisión para condenarte a la destrucción. Un error ya cometido se cobraría con ira y sangre, con magia y muerte. El pueblo de Fera iba a morir por el orgullo y sed de venganza de los reyes. Pero, entre el caos de la guerra...