Capítulo 21: Verdades dulces y tratos amargos

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—Estamos solos, ¿qué quieres?

—Princesa, estás demasiado ansiosa —una media sonrisa se dibujó en sus labios—. ¿Tantas ganas tienes de hablar conmigo? —soltó una risita burlona—. Me alagas.

Resoplé con desgana mirándole y ladeando la cabeza, alzando una ceja. Otra risa se escapó de sus finos pero carnosos labios, la ignoré.

—Lo que necesito es terminar lo antes posible —repliqué desviando la mirada, me dejé caer en una silla alejada—. Debo encontrar a mi hermana y, siendo tu prisionera, jamás podré hacerlo.

Analicé los acontecimientos, lo que tenía a mi favor y lo que estaba en contra. Tenía que salir victoriosa de esa situación, pero no sabía cómo.

—¿Solo eso? —preguntó Keidan con ese tono sarcástico que me reventaba.

—Quieres un trato, hagámoslo.

—No sé si estarás dispuesta...

—Ponme a prueba —le interrumpí.

—Bloquea el sello —respondió de inmediato, le observé sin terminar de entender sus palabras—. Renuncia a tu poder sobre mi pueblo. Si haces eso organizaré vuestra marcha, ilesos —aclaró, su rostro era serio al igual que su tono.

Rodé los ojos andando unos pasos hasta darle la espalda. Tenía que pensar con claridad, pero los huracanes que atormentaban mi mente la desordenan dejando caos.

Lo que pedía era sensato, libertad. Al mismo tiempo era algo tan valioso que debía jugar bien mis cartas para salir victoriosa sin ser tan avariciosa como para perder por mi propia jugada.

—¿Por qué me evitas? —preguntó serio—. Pensé que empezábamos a entendernos.

Giré de golpe y ahí estaba, sentado en una silla balanceándose en las patas traseras, apoyando un pie en la mesa. Me incorporé para darle una explicación.

Sacó un puñal de su funda pero, al bajarse de la silla, pensando que iba a atacar, cayó golpeando su cabeza contra la pared y maldiciendo en voz baja.

Una carcajada más sonora de lo esperado salió de mi boca impidiéndome parar. Era una tontería pero con tanto estrés había olvidado disfrutar de los pequeños placeres de la vida. No disfrutaba con su dolor, pero sí de ver una cómica caída.

—No es tan gracioso, princesita —replicó, aunque su tono seductor me hizo reír más—, así que déjalo —susurró rascando su nuca—. Por las malas he comprobado que te han enseñado bien a pelear, pero... confesaré que pensaba que os enseñaban modales a las chicas de alta cuna. Reírse de un enemigo frente a él, no es muy cortés —bromeó soltando una risa.

—No sé si sois mi enemigo —añadí avanzando con paso desconfiado. Mi cuerpo actuaba por instinto pero dudaba, finalmente, ofrecí la mano para que se levantara.

Al aceptarla tiré de él, pero no hizo esfuerzos elevando solo los extremos de sus labios. Pesaba más de lo que esperaba por lo que aumenté la fuerza provocando que su cuerpo chocase contra el mío.

—Lo sabía —bromeó mostrando una delicada sonrisa—, deseabas tenerme cerca, hablaremos de eso pero... cuando terminemos de negociar —vaciló descarado guiñando un ojo.

Le aparté de un empujón y bufé poniendo los ojos en blanco y mala cara.

—Solo bromeaba.

—Como siempre —repliqué sarcástica, pero tornando el tono enfadado—. Bromeas, atacas, bromeas... y así desde que te conocí.

—Empezamos con mal pie y mis bromas pueden no ser a gusto de todos, eso no lo puedo cambiar pero tú, tú arruinas todo, ¿lo sabías? —preguntó receloso—. Cada vez que empiezas a confiar retrocedes, ¿tanto temes tu propio instinto? ¿Tanto desconfías de tí?

La Huida De La Reina ✔️ (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora